Era el 28 de diciembre de 1895. Una joven secretaria accedía a acompañar a su jefe Léon Gaumont a presenciar el evento, en el Grand Café de París, que marcaría un antes y un después en la historia del cine. Cuando las luces se apagaron y en la pantalla se comenzaron a proyectar imágenes en movimiento, Alice Guy-Blaché se vio fascinada por lo que veía. Era la primera vez que se presentaba La salida de los obreros de la fábrica Lumière, la película documental de los hermanos Lumière que sería el punto de partida de lo que hoy conocemos como cine. Y aunque hasta ese momento el interés por el cinematógrafo era más científico que artístico, Alice vió algo más, la oportunidad de contar historias. Con ella nació el cine narrativo, pero la Historia la terminaría borrando.
Sus trabajos tuvieron un rol fundamental en la creación de las bases de la industria cinematográfica. Fue una de las pioneras en hacer películas narrativas, cine a color y cine sonoro. Con ingenio abordó temas sociales como el feminismo, la inmigración y creó la primera película con un elenco compuesto completamente por actores afroamericanos. Incluso fue la primera persona cineasta en hacer cine profesional y vivir de este oficio. Su muy completa carrera fue más extensa que las de sus contemporáneos Méliès, Edison y los Lumière. Nada fue suficiente. Ella debió hacer algo que sus colegas no: luchar en vida para no ser olvidada.
“Un juguete para niños”
Alice Guy nació el 1 de julio de 1873 en Saint-Mandé, Francia. Creció entre libros ya que su padre, Émile Guy, era editor y dueño de una cadena de librerías chilena. Luego de varias idas y venidas entre Chile y Francia, la familia decidió establecerse definitivamente en París. Además de tener conocimiento sobre literatura, Alice había realizado teatro amateur, por lo que no debería sorprender demasiado que supiera ver el potencial que el cinematógrafo podía brindarle a la hora de narrar historias.
Sus estudios como mecanógrafa y taquígrafa le permitieron ingresar en 1895 a la Compañía General de Fotografía como secretaria. Empresa que luego ese año sería comprada por León Gaumont para crear la famosa compañía cinematográfica Gaumont.
Gracias a este trabajo, la francesa pudo prepararse para lo que luego se convertiría en la industria del cine. Louis y Auguste Lumière, amigos cercanos de Alice, fueron los encargados de crear el cinematógrafo, la primera máquina capaz de filmar y proyectar imágenes en movimiento. Como el foco de interés en este tipo de artefactos estaba en su aspecto técnico y comercial los registros que se hacían con ellos eran muy monótonos. Alice pensó que podía hacer algo mejor y tomó coraje para pedirle a su jefe experimentar con el aparato durante sus tiempos libres. Gaumont accedió con la condición de que no interfiriera con sus tareas como secretaria. "De todos modos, es un juguete para niños" le dijo.
Irónicamente, en poco tiempo terminaría abandonando estos deberes para reemplazarlos por otros como diseñar vestuarios, escribir guiones, producir, actuar y dirigir múltiples filmes. Un año después y con tan solo 23 años creó “El hada de los repollos" (1896) posiblemente la primera película narrativa de ficción de la historia, que además incluía montaje y trucos visuales. Basada en un cuento francés, muestra a un hada en un jardín ayudando a pequeños niños a nacer de repollos.
Así inició la carrera de la primer mujer cineasta que en su extenso recorrido por la industria creó más de mil películas, de las que tan sólo 350 fueron conservadas. Su mérito no es sólo por la carrera que logró a pesar de su género en una época donde las mujeres debían dedicarse exclusivamente al hogar, sino que además realizó grandes aportes técnicos a la industria cinematográfica. Desde los inicios de su profesión se permitió explorar en distintas técnicas que la llevaron a ser una de las precursoras en el uso de efectos especiales, la cámara rápida y lenta, la doble exposición y el coloreado de películas.
Como si fuera poco, también experimentó en la realización de cine sonoro; grababa simultáneamente imagen y sonido, y luego lo sincronizaba. Entre 1902 y 1906 filmó alrededor de 100 películas con sonido, e inventó accidentalmente el primer video musical de la historia “Le vrai Jiu-jitsu” (1905). Sin dudas, su talento y entusiasmo detrás de cámara fue un punto clave para abrirle camino a la Compañía Gaumont en la industria, y para 1905 ya se encargaba también de supervisar a los demás directores de la compañía.
Paralelamente a sus inicios como directora, el reconocido George Méliès trabajaba realizando proyectos similares. Sus primeros registros fueron pequeños documentales naturalistas, pero su estilo evolucionó velozmente combinando su experiencia teatral, el ilusionismo y su pasión por el nuevo invento. Fue uno de los pioneros en utilizar efectos especiales en sus obras de ficción, construyó lo que se considera el primer estudio de cine y en 1902 creó “Viaje a la Luna”, la obra cumbre del director, que es de las más importantes de la historia del cine. Aunque los aportes e invenciones de Alice Guy fueron igual de relevantes que los de Méliès, la Historia durante mucho tiempo sólo le dio mérito a él. Porque imaginar que una mujer ayudó a crear una industria plenamente dominada por hombres parece ser algo inadmisible.
El príncipe azul no es de carne y hueso
Cuando Alice comenzó a escribir sus memorias allá por los años 40, había algo que tenía muy claro: lo que la había completado a lo largo de su vida no había sido un hombre. El amor romántico se vio plenamente opacado por el amor a su profesión. “Permítame presentarle al que ha llenado mi vida por completo... Mi propio príncipe azul. El cine. Es un señor mayor, como verás”, dice en la primera página de su libro.
Ese cariño fue plasmado en todas sus obras. Entre los trabajos más destacables de su carrera se encuentra “Vida, nacimiento y muerte de Cristo” (1906), una de las primeras superproducciones de gran presupuesto que contó con 25 escenarios y la participación de 300 extras (cuya autoría fue atribuida por historiadores del momento a su ayudante). Y la comedia “Un tonto y su dinero” (1912), que fue la primera película protagonizada completamente por actores afroamericanos, estrenada en una época en la que los blancos se pintaban la cara para interpretar a personas negras.
Sus películas ilustraban el carácter cómico y curioso de la directora. Pudo abarcar diversos géneros pasando por comedias, thrillers, westerns, romances, documentales y adaptaciones literarias. Abordaba los temas sociales de su interés como el sexismo, por lo que le gustaba realizar historias con mujeres como protagonistas y satirizar la figura del hombre en la sociedad. Un ejemplo de esto es “Los resultados del feminismo” (1906) que con un tono burlesco muestra qué pasaría si hombres y mujeres intercambiaran roles.
Asimismo, intentaba utilizar el cine para visibilizar ciertas luchas. Cuando en Estados Unidos comenzó a tomar importancia el movimiento del control de la natalidad, Alice se contactó con la feminista Rose Pastor Stokes y juntas escribieron el guión de “Shall the Parents Decide?”. La película se posicionaba a favor de los métodos anticonceptivos y funcionaba como respuesta a “Where Are My Children?” (1916) una exitosa película antiaborto. El proyecto nunca llegó a filmarse.
Su segundo amor fue Herbert Blaché, un camarógrafo británico que trabajaba con ella para Gaumont. Después de casarse, emigraron a Nueva York donde fundaron su propia productora de cine “Solax” (1910), que fue la más grande de la etapa pre-Hollywood. Luego de 12 años de trabajo, cientos de películas y dos hijos, la pareja se divorció. Herbert se mudó a Los Ángeles con una joven aspirante a actriz en busca de un futuro mejor. Alice, dolida y avergonzada, vendió Solax y volvió a Francia para estar cerca de su familia. Nunca filmó otra vez, no por falta de ganas, sino porque no logró reinsertarse en una industria que ya la había olvidado.
No se dió por vencida. Años más tarde regresó a Estados Unidos para reclamar la autoría de sus filmes y reivindicar la importancia de su trabajo como cineasta. Siempre se mostró preocupada por la falta de mujeres en la producción cinematográfica, hecho que incluso hoy, más de 100 años después, sigue siendo una problemática. En 1913 escribió un artículo en la revista The Moving Picture World en el que proclamó que “no hay nada relacionado con la puesta en escena de una película que una mujer no pueda hacer tan fácilmente como un hombre”. Pero el sexo parecía razón suficiente para negar su trabajo, ya que muchas de sus películas fueron adjudicadas a su esposo o a sus colaboradores. Así, en sus últimos años se dedicó a conservar su legado: escribió una autobiografía, contactó a críticos e historiadores para que modificaran datos incorrectos, recopiló gran parte los títulos de su filmografía y recorrió filmotecas en búsqueda de sus obras. Si bien fue honrada en vida por la Legión de Honor francesa, sus esfuerzos fueron insuficientes y por mucho tiempo su extensa carrera fue reducida a ser “la secretaria de Gaumont”. Su nombre fue ocultado por el sexismo de la industria, pero de a poco la estamos reviviendo.