Lejos de hablar en términos apocalípticos, el cambio climático es un tema para prestar mucha atención. ¿Nos afecta a todxs? Sí. ¿Por igual? Claro que no: distingue por género y poder socioeconómico. Más aún, es importante no perder de vista las piezas que mueven los actores más influyentes en las acciones a tomar, y las instancias de sus debates. ¿Cómo se dan las negociaciones sobre un planeta de temperatura creciente?
Qué es la COP
La conferencia COP (Conferencia de las Partes, según sus siglas en inglés) convoca a las partes (países, organizaciones de sociedad civil, comunidades y pueblos originarios) a su debate anual en torno al CMNUCC (Convención Marco de Naciones Unidas por el Cambio Climático), también conocida como una de las tres Convenciones de Río declaradas en 1992, junto con el Convenio por la conservación de Biodiversidad y Lucha contra la Desertificación). En esta oportunidad, localizada en Glasgow, se trata de la cumbre vigésimo sexta, ocurrida desde la correspondiente a la entrada en vigor de la Declaración en Río de Janeiro hacia 1994.
En virtud de su cancelación en 2020, fue pospuesta para 2021, no sin altas expectativas acerca de los protocolos requeridos para una cumbre mundial luego de la COVID-19, así como también en cuanto a sus resultados.
Representación y protocolos
Las cumbres para las negociaciones climáticas implican 10 días de reuniones, eventos, plenarios y comunicados sin cesar entre un intenso volumen de gente (prensa, cancillerías, organizaciones de sociedad civil). Las conversaciones ocurren dentro de recintos, pero también en pasillos, con mucho lenguaje no verbal presente, razón por la cual no se realizó de manera virtual. Sin dudas, el escenario de este año tuvo como novedad su reconfiguración para garantizar los protocolos adecuados. Aún así, se observó que los procedimientos dejaron mucho que desear.
Azul Schwartzman, coordinadora de Investigación y Políticas en EcoHouse (ONG), comentó desde los inicios de la cumbre que a pesar de haber transcurrido dos años para su preparación, la planificación fue improvisada y de coordinación insuficiente.
Las comunicaciones oficiales se publicaron con poca antelación y sin consideraciones específicas acerca de las restricciones requeridas por Reino Unido para el ingreso de personas (cuarentenas y cronograma de vacunación específico). Estas demoras perjudicaron la participación de grupos minoritarios, pero relevantes. Entre ellos, mujeres, grupos indígenas y jóvenes.
Asimismo, fueron escasas las comodidades para garantizar la participación de mujeres madres, junto con sus hijxs de edad temprana. Sumado a esto, la situación sanitaria y los protocolos dejaron sabor a poco en términos de la participación permitida para estos grupos en la cumbre y así garantizar igualdad de voces.
Mujeres y negociaciones climáticas
No es novedad: si en el mundo vemos desigualdades de género, estas cumbres no quedan exentas. Hace tiempo, Naciones Unidas observó que la participación femenina en las negociaciones en torno al ambiente era muy menor, aproximadamente 30 por ciento de participación total, y menos del 15 por ciento fueron cabeza de delegaciones. Las cifras explicaron que a pesar de que las mujeres somos importantes agentes de cambio para la implementación de las políticas ambientales, existe una representación limitada de las necesidades e intereses en la toma de decisiones internacional.
A su vez, para explicar esta tendencia tenemos que tener en cuenta otras desigualdades de acceso a este tipo de visibilidad: mujeres que en ciertas culturas no hablan por pensarse con falta de educación, o por miedo a hablar en público según sus costumbres. Aún hay tela para cortar al respecto.
Financiación
No es casual que el estado de las acciones globales en torno al cambio climático se discuta en un marco de negociaciones paralelas de los dirigentes argentinos con el FMI acerca de cómo reestructurar la deuda externa.
Naomi Klein diagnostica que estas limitantes surgen en parte por la ausencia de un abordaje conjunto de la financiación con los acuerdos climáticos. Lamentablemente siempre fue paralelo, y sin muchas interlocuciones durante mucho tiempo. Y ya es tarde. Esta edición de COP insta a las partes a animarse a hablar de eso, a dar las negociaciones más crudas, a ir al hueso con el debate de las causas más matriciales: el libre comercio internacional y sus impactos en las ambiciones de reducción de emisiones y viceversa.
Parecen primos que poco se encuentran para no pelearse. Pero es momento de debatir. ¿Quiénes están en contra?
Que se predisponga la atención a estas cumbres que en ellas radican pasos fundamentales en el mundo actual y futuro.
Lo que la COVID-19 cambió
El desenvolvimiento de las negociaciones no estuvo ajeno a los distintos impactos que tuvo la pandemia a escala global. Las partes en vías de desarrollo resaltaron los desafíos diferenciales padecidos según sus vulnerabilidades, exacerbadas a raíz de la COVID-19: déficit fiscal por atender la emergencia sanitaria, economías golpeadas y escenarios de inversión poco prometedores. En esencia, la ocurrencia de la pandemia significó un radical cambio en el escenario de negociaciones, porque además de las estrategias de financiación difíciles de acordar, es necesario que sean asequibles por los países más afectados por la pandemia.
Vamos sacando un tentempié
El primer borrador de los compromisos asumidos por las partes fue publicado la semana pasada. Un aspecto positivo del producto borrador es que por primera vez en 26 años, el compromiso menciona los objetivos de sostenibilidad en torno al transporte, una de las actividades cruciales para la neutralidad de carbono, dada la magnitud de su emisión de gases de efecto invernadero.
Estos compromisos traen dos escalas de acción. Globalmente existieron promesas significativas en torno al transporte. Y, si bien estas negociaciones pueden tener giros inesperados, de momento se instó a las Partes a acelerar la eliminación progresiva del carbón y los subsidios a los combustibles fósiles.
Lo siguiente resulta difícil de creer: a pesar de que es la vigésimo sexta edición de negociaciones en torno al cambio climático, este borrador es el primer documento relacionado que menciona a los combustibles fósiles (o petróleo, carbón y gas). En sí, se considera un compromiso de avanzada y digno de remarcarse. Sin embargo, es fácil de argumentar: por ahora no adhieren al mismo los principales emisores de carbono, como Estados Unidos, Japón, China.
Claro que estos anuncios requieren cautela, se trata del primer borrador de un acuerdo y ya existen detractores, como India y Emiratos Árabes.
Localmente fue interesante la apuesta del gobierno argentino de anunciar una inversión para el desarrollo de hidrógeno verde. Fácil y cortito: en lugar de realizar quema de carbón o petróleo para generar energía, el hidrógeno verde significa quemar gas de hidrógeno a partir de agua (preferentemente con energías renovables), lo cual no emite dióxido de carbono. La letra chica es que si bien no se emite dióxido de carbono, se emite hidrógeno que es reactivo con otros gases de la atmósfera y puede generar disrupciones ambientales. Si bien muchos países, entre ellos Reino Unido, trabajan con esta modalidad para su descarbonización, aquello no implica una matriz energética más limpia.
Así de inesperadas pueden ser las vueltas de estas negociaciones, por lo que no sería sorprendente que durante esta semana queden obsoletas estas líneas. ¿La buena noticia con la que quedarnos? A diferencia de otras conferencias, esta versión mostró una presión mucho más intensa hacia las partes negociadores gracias a las organizaciones civiles. Punto a favor para seguir reclamando metas de protección ambiental más ambiciosas.