Foto de portada: Colaborador anónimo para Luan - Colectiva de Acción Fotográfica
Por María Eugenia Polesello y Micaela Souquet
La falta de acceso al agua refleja una desigualdad que se extiende de igual manera a otros recursos vitales. Preocupa lo poco que se valora su disponibilidad, y aún menos cuando es potable sin tratamiento previo. En el marco del Día Internacional del Agua, surgen preguntas: ¿Qué dificultades se presentan en Argentina para acceder al agua? ¿Se trata de un acceso igualitario? ¿Cuáles son los escenarios futuros? ¿Y para las mujeres?
¿Por qué el mundo está tan preocupado por el agua?
A escala global, existen 2200 millones de personas con problemas de saneamiento o escasez de agua. Las enfermedades transmitidas por su contaminación determinan una alta tasa de mortalidad en la población mundial. La preocupación sobre el acceso al agua alcanzó incluso a las especulaciones financieras, dado que este recurso cotiza en bolsa desde el año pasado. La ONU ubica al acceso al agua como un desafío global y lo constituye así como uno de sus Objetivo de Desarrollo Sustentable para 2030.
En Argentina, la oferta hídrica reviste una complejidad singular. Debido a su geomorfología, el 30% del territorio concentra el 70% de la oferta hídrica, mientras que más de la mitad del territorio argentino sólo dispone del 30% del agua de forma natural. Es decir, es un territorio predominantemente árido. Esta característica propia impone más urgencia a las políticas en materia de distribución hídrica. Sin embargo, en el repaso federal vemos cómo las políticas para regular su acceso han sido insuficientes. No solamente prioritarias para actividades agropecuarias, extractivas (minería) o energéticas (represas hidroeléctricas) sino por sobre todo, responsivas a límites provinciales o jurisdiccionales, en lugar de los límites naturales que trazan los cursos de agua.
Asimismo, otras actividades humanas tienen efectos gravísimos sobre el ciclo del agua. La deforestación ilegal para expandir la frontera agropecuaria, por ejemplo, en provincias como Chaco, Salta y Santiago del Estero, ocasiona pérdidas de masas boscosas que son claves para garantizar un equilibrio del ciclo del agua y evitar inundaciones o sequías extremas. Es evidente que la gestión de los recursos naturales carente de transversalidad o interdisciplina progresivamente resulta en más problemas a lo largo y a lo ancho del país.
Si a estas complejidades locales las ubicamos en el contexto de cambio global, más precisamente en el cambio climático, las dificultades al acceso no tardarán en exacerbar. Según informan ONU-Agua y el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático, por sus cifras en inglés), se estima que el aumento de la frecuencia de eventos extremos (sequías o inundaciones) tendrá graves consecuencias en la disponibilidad de alimentos, perjudicando la seguridad alimentaria. Hoy en día este perjuicio ya ocurre: si no podemos garantizar un acceso igualitario al agua, ¿cómo pensamos que se distribuyen los alimentos dependientes de ella?
¿Responsabilidades?
Ante estos escenarios, resulta fácil señalar la responsabilidad de autoridades ambientales para tomar medidas urgentes en materia hídrica. Sin embargo, la conciencia ambiental ciudadana y su correspondiente valoración de los recursos naturales es crucial para iniciarlas. ¿Cómo construir esa conciencia? Claro que existen efemérides como este día para comunicar su importancia, pero además hay que incorporarlas transversalmente a las políticas de gestión del territorio.
Para empezar, hay que recordar que el agua está considerada como un Derecho Humano. Si bien podría pensarse que esto implicaría normativa en gestión hídrica más efímera, lamentablemente sucede lo contrario. Las reglamentaciones son reactivas en lugar de proactivas. Es decir, a pesar de disponer de información científica de escenarios futuros y de sus posibles consecuencias, las medidas son mayoritariamente implementadas después de la ocurrencia de problemas ambientales.
La política ambiental llega tarde a estos problemas derivados del uso de distintos recursos en el territorio argentino. Por ello, toma gran relevancia la profesionalización de las acciones ambientales, la movilización de las organizaciones ambientalistas y la información científica para instalar y mantener la actualidad ambiental en agenda.
Movilización activa en Argentina
En Argentina existen tantos conflictos como interés de uso tenga la población sobre el agua. Desde la denuncia de Beatriz Mendoza por la contaminación con plomo en la cuenca Matanza-Riachuelo en 2004, la instalación de pasteras en Fray Bentos, movilizaciones como el MendoAguazo con el lema “el Agua no se toca”, hasta la Marcha por el Clima a realizarse hoy en el Congreso de la Nación por los incendios en la Patagonia es posible continuar manifestando la preocupación popular por las cuestiones ambientales.
Si bien estos sucesos acumulan larga trayectoria de lucha y reclamo, progresivamente van adquiriendo más visibilidad en la agenda mediática. En este Día del Agua, se vuelve crucial recordar todos los esfuerzos realizados por las distintas comunidades para conservar el derechos al Agua de sus pueblos. Y durante el resto del año, retener también el entendimiento de las desigualdades de acceso al ambiente sano, subyacentes a muchos reclamos puntuales.
¿Qué nos enseña el ecofeminismo?
El ecofeminismo soslaya la importancia que hay que prestarle a las consecuencias percibidas por el deterioro del ambiente dado que exacerban y empeoran aún más las desigualdades de género. En muchos países, la falta de acceso al agua potable se resiente principalmente sobre las mujeres, dado que son las primeras en pagar el costo de oportunidad.
UNICEF expone que son predominantemente las mujeres quienes postergan su propio desarrollo (a través de educación y trabajos) para ocupar su tiempo en la recolección de agua potable. Su transporte, además, aumenta la probabilidad de su contaminación, incrementando los riesgos sanitarios de las poblaciones más vulnerables. Un estudio de la Universidad de Córdoba muestra cómo en Argentina la falta de saneamiento del agua ocasiona enfermedades como diarreas y gastroenteritis infecciosas que disminuyen la esperanza de vida.
No solo se trata del Agua
La defensa del agua marca una línea transversal en la agenda ecofeminista y va hallándose con otras luchas por conflictos socio-ambientales. La visibilización de las mujeres como principales recolectoras y transportistas de agua en sitios de escasez se suma a la interminable lista de tareas domésticas no remuneradas con las que cargan a diario, pero esta es sólo uno de los puntos en donde se une la lucha feminista y la lucha en defensa del agua.
La reivindicación de la sabiduría de los pueblos originarios, sobre todo en materia de producción agrícola, es otro punto muy importante de unión pues el movimiento levanta la bandera de la defensa de los territorios originarios y sus formas de producción autogestiva y sustentable. Subyace el objetivo de un proyecto agrícola nacional con un mejor reparto de la propiedad de las tierras, una distribución más justa de la riqueza y una producción más sana.
El ecofeminismo también enseña a respetar la interconexión de sistemas: un todo imbricado. La necesidad de una conciencia sobre la pertenencia a un ecosistema en el que el Agua permite la vida también es un gran objetivo. Comprender y transmitir que les humanes somos una más de millones de especies animales que debemos convivir en equilibrio con otras e infinidad de especies vegetales, y en un espacio que no existe a nuestra disposición -sino como un todo que se retroalimenta constantemente- resulta una enorme tarea ecofeminista que puede comenzarse con la defensa del Agua en todas sus formas. La concientización de su escasez, de la finitud del recurso ante su uso desmedido, la necesidad de su presencia en la Tierra en sus estados sólido, líquido y gaseoso y del privilegio del acceso a ella con tan solo girar una perilla.
La lucha por el Agua se ha convertido en un propósito y a la vez un motor dentro del movimiento ecofeminista. De un tiempo a otro, las asambleas de defensa del preciado recurso han sido a su vez semilleros de grupos de mujeres que comenzaron a organizarse por objetivos mayores y que hoy encabezan muchos proyectos colectivos que buscan aportar al indispensable cambio ecosocial que, visto está, vendrá de la mano del feminismo.