“Ningún bastón podrá apagar la luz de las ideas”
A 55 años de la Noche de los Bastones Largos, la científica Ayelén Milillo recorre la vida de Eugenia Kalnay, sobreviviente de la represión militar y una de las meteorólogas referentes en la contribución al complejo universo de la predicción del clima. Fue la responsable de que hoy el pronóstico del tiempo pueda extenderse a más de siete días con la misma precisión que para un día posterior.
Un arribo azaroso a la meteorología
De niña, Eugenia siempre quiso estudiar medicina. Pero una de sus compañeras del secundario la incentivó a que se dedicara a la física o matemática, pues era “muy buena” con los números. Así fue como se inscribió en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Se entusiasma al recordar la educación en ciencias, pública y gratuita que le proveyó la UBA, lugar en donde experimentó por primera vez el gusto por la ciencia. “Yo considero que tuve mucha suerte de ser argentina, y especialmente de poder ir a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, durante la "época de oro" cuando fue dirigida por Rolando García y Manuel Sadosky”, cuenta.
Sin embargo, luego de un año en la carrera de física, su madre se enteró que el Servicio Meteorológico Argentino otorgaría becas de ayuda financiera. Como tenían dificultades económicas desde el fallecimiento de su padre, la inscribió a Eugenia y la hizo cambiar de carrera. “Siempre digo que comencé a estudiar Meteorología por el dinero”, dice entre risas. De hecho, una actitud que hoy puede causar asombro entre lxs más jóvenes, generó un profundo agradecimiento en Eugenia, quien pudo entrelazar a la física con la meteorología.
El golpe de Estado del 66´ y su llegada al MIT
Durante la época en que se desarrollaba como auxiliar en la facultad de Ciencias Exactas de la UBA, los militares derrocaron al gobierno de Arturo Illia. Corría el año 1966. El 29 de julio entraron con macanas al establecimiento, golpeando a más de 400 estudiantes y docentes que lo habían tomado, episodio que hoy recordamos como “La noche de los bastones largos”. Como consecuencia, muchos y muchas docentes renunciaron a sus cargos y se exiliaron del país, dando lugar a una gran “fuga de cerebros”. Rolando García, por ese entonces decano de la facultad y mentor de Eugenia, localizó a sus contactos en el exterior para que muchxs estudiantes no discontinuaran sus carreras. Así fue como Eugenia, emprendió una aventura hacia el MIT (Massachusetts Institute of Technology), bajo la mentoría de Jule Charney, como ayudante de investigación.
Profunda sería su sorpresa al arribar a ese instituto tan prestigioso de los Estados Unidos y darse cuenta de que las mujeres no representaban el 50 por ciento del cupo estudiantil, como ella sospechaba por tratarse de un país tan avanzado -en la UBA era de un 40 por ciento-, sino que no había directamente mujeres en su departamento. “Casi me da un ataque al corazón cuando me di cuenta que yo era la única mujer en el departamento de meteorología”, comenta en una entrevista para Mujeres Científicas en las Américas: sus Historias Inspiradoras (Red Interamericana de Academias de Ciencias).
No sólo logros científicos, el empoderamiento como mujer de ciencia.
Además de ser la única mujer en el departamento, Eugenia fue la primera en recibirse como Doctora en Meteorología del MIT y la primera profesora en el Departamento de Meteorología. Aún más, y aunque quizás por estos tiempos no debería ser noticia o, al menos, un suceso relevante en la vida de cualquier mujer, Eugenia quedó embarazada durante el doctorado. Aunque aún en la actualidad sigan existiendo injusticias en torno a la mujer y el embarazo durante el desarrollo incipiente de cualquier profesión que ejerza, en ese momento Eugenia pensó que si no obtenía su doctorado al menos tendría una buena excusa. Se lo comentó al presidente del departamento, quien, lejos de molestarse, le dijo que sería creativa de dos maneras diferentes. Qué tanto más fácil sería si hoy directores y directoras de carreras científicas respondieran exactamente lo mismo ante mujeres temerosas por anuncios como estos.
En 1979, Eugenia fue a trabajar a la NASA en donde la ascendieron a Jefa de Rama. Recuerda que uno de los problemas que enfrentó allí fue que los hombres tendían a interrumpirla cuando comenzaba a hablar y no la miraban a los ojos. El primero lo solucionó interrumpiendo ella y hablando más fuerte; incluso poniendo en evidencia a uno de los científicos de la mesa mientras interrumpía a otra de sus compañeras. Pero el hecho de que un hombre no la mirara a los ojos cuando ella le habla, no ha logrado revertirlo.
En 1987 la invitaron a ir al Servicio Meteorológico Nacional de EE.UU. como Jefa del Centro de Modelado del Ambiente. Allí le comentaron que no sólo era la primera mujer, sino también la primera persona de origen hispánico en llegar a esa posición. Aquí es donde realizó mejoras significativas de los pronósticos ambientales. Después de 10 años continuó su carrera en la Universidad de Oklahoma, y luego en la Universidad de Maryland, donde tiene actualmente la posición de Profesora Distinguida de la Universidad. “En los trabajos que he tenido, tuve la suerte de que me trataron con respeto, y yo los acostumbré a tener una relación más igualitaria con ‘la jefa’, relata Eugenia con naturalidad.
¿Va a llover el fin de semana?
Se podría decir que cuando una persona mira en una app cómo va a estar el pronóstico durante los próximos días, la encuentra a Eugenia Kalnay. Experta en predicción numérica meteorológica, desarrolla modelos computacionales de la atmósfera que, combinándolos con las observaciones de la misma, le permiten mejorar las predicciones climáticas. Hoy por hoy, el pronóstico del clima puede extenderse a más de siete días con la misma precisión que para un día posterior. Y eso no sólo es importante para saber si debemos o no llevar paraguas, sino para cuestiones económicas a nivel mundial, en temas tan relevantes como el cambio climático.
Entre las múltiples condecoraciones que recibió, en el año 2009 se convirtió en la segunda mujer en ganar el premio de la Organización Meteorológica Mundial, algo así como el balón de oro al mejor jugador de un mundial de fútbol. Entusiasma el solo hecho de escucharla en una entrevista por YouTube, en la que apasionadamente afirma: “Cuando una trabaja en ciencias, contribuye a la humanidad”. Y qué tanto más fácil sería luchar contra invisibilizaciones e injusticias que atraviesa la mujer en ciencia, si ni siquiera nos cuestionáramos el porqué una mujer es diferente a un hombre: “En la UBA aprendí que las mujeres eran iguales a los hombres, lo que me ayudó a manejarme el resto de mi vida”, concluye.