En Julio se celebra el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente en toda América Latina. Como forma de reivindicar y conmemorar a las mujeres que han resistido en nuestro territorio, que tanto nos dicen es blanco y europeo, reflejaremos la experiencia de Analía y Florencia, madre e hija, obreras de la costura. Mujeres afroargentinas que hablarán desde sus propias voces sobre su proyecto “Impermanente”, la vinculación de su trabajo con la ancestralidad afroargentina y la explotación del rubro textil, entre otros aportes.
Foto de portada: Sebastian Pancheri
Analía es madre de Florencia, ambas son afroargentinas, viven en Rosario. Luego de que, en plena pandemia, las hayan dejado sin trabajo fundaron la marca de ropa Impermanente, para la que trabajan a diario. Se encargan de la moldería de las prendas, la costura, la difusión y la venta por internet. El trabajo de costureras lo heredaron de las mujeres de su familia, de generación en generación.
Este trabajo tiene para la mujer afroargentina mucha historia. A finales del siglo XIX era visible en los avisos publicados en los diarios que uno de los principales trabajos a los que se dedicaban era a la costura. “(…) Los pequeños talleres textiles, que formaban una incipiente red industrial urbana, parecían ser también uno de los lugares donde más trabajaban las afroporteñas”, señala la historiadora Lea Geler en “Andares Negros, Caminos Blancos”.
Florencia tiene 29 años y aprendió a coser viendo a su mamá Analía. Analía también heredó este saber de su mamá.“Vengo del saber de mi mamá, que era modista, me crié entre los trapos y las telas, era su única herramienta de sostén, a los siete años me puso en la máquina y para mi era como subirme a una Ferrari”, cuenta Analía en una charla que compartimos junto con Florencia, una fría mañana de unio. “Yo empecé de la misma manera, agarrando los trapos que desperdiciaba mi mamá”, aporta Flor. Pero para ella el comienzo con la costura fue más doloroso. Florencia vendía su ropa en un paño en la calle. Cuenta que cuando el espacio estaba más libre, ponía una soga que iba de árbol a árbol y de allí colgaba las prendas. Un día llegó una clienta para la que cosía su mamá que tenía un gran local y comenzó a increparla, acusándola de que le había robado un diseño, ese suceso para Flor significó dejar de coser por un tiempo prolongado. No es casual, la acusación de robo para las personas afro es algo que el racismo ha hecho cotidiano.
Hay una vinculación interseccional en la identidad de la marca, crean conciencia de clase al hablar de la brutal explotación que existe en los taller textiles, para los que ha trabajado Analía siendo joven; hablan de la importancia de la ayuda a las personas que emprenden proyectos autogestivos, como el de ellas; y también sobre un futuro en que la ropa no tenga género, y en el que los talles sean verdaderamente reales. Incluso tienen plena conciencia de la contaminación de la industria textil y sueñan con poder el día de mañana trabajar con telas orgánicas, de cáñamo y frutas.
Nuestra resistencia es subsistencia. Analía trabajó 14 años con contratos transitorios para la Secretaría de Cultura de Rosario, siendo tallerista en los cursos de “diseño e indumentaria” del distrito sudoeste, territorio en el que vive. También fue docente de la escuela de diseño municipal. En medio de la pandemia, la llamaron para decirle que no volvería a trabajar. Desde el 2006 brindaba capacitación en los barrios más carenciados, colaborando con amor para que las personas puedan tener un oficio y salir adelante.
Precarizada no ya por un taller textil, sino por el mismo Estado, que la desvinculó en plena pandemia, hoy se ve obligada a sus 59 años a jubilarse con la mínima porque su trabajo nunca fue reconocido. A Florencia también la desvincularon de su trabajo en 2020. Allí, desde la resistencia, comenzó a surgir Impermanente, “como manera de sobrevivir, de reinventarse”, planteó Analía y Florencia agregó: “También nos empoderó”, porque volvieron a darle peso a sus propias herramientas.
En ellas y su proyecto existe una revalorización de lo autóctono y una reflexión decolonial con respecto a la moda, un contra discurso de la visión hegemónica de poner un siglo igual entre la belleza y lo europeo. “Nuestra inspiración no es Europa ni Buenos Aires, nos inspira el río Paraná y la lucha contra el ecocidio, nuestra realidad. No nos interesa encajar en un patrón de moda”, señaló Flor.
“En Rosario tenemos muy buen diseño, la confección de Rosario no la tiene Buenos Aires, y lo más lindo es que estamos tan confundidos con la cultura de la moda que de acá se van para allá”, expresó Analía. También incluyen una reflexión anti capitalista. “Hay marcas que te miden medio centímetro, son las que viajan a Europa, copian y desarman moldes, después te exigen lo mismo que hacen allá con máquinas que se paran solas. Acá, la costurera con la remalladora, la collareta y la recta tiene que hacer malabares para lograr la misma costura” agregó Analía.
“La pandemia y el gobierno actual están matando culturalmente a Rosario”, dijo Florencia. Impermanente se propone dar batalla a esa situación desde la colaboración con otres. “La marca propone un encuentro y un compartir con diferentes artistas, desde la danza, la pintura, la historia, la poesía. En Rosario hay muches diseñadores, algunes también son afrodescendientes. Creemos que haciendo una red de trabajo, desenmascarando las condiciones de los talleres clandestinos, nos vamos encontrando y construyendo día a día”, aportó Flor.
Otra manera de resistir, según las fundadoras de Impermanente, ha sido la vinculación con el barrio. “La cultura que se transmite a los jóvenes de los barrios hoy es parecerse a fulanito, ese parecerse hace que se pierda su esencia, hay que dejarlos participar, no vestirlos igual, y eso lo tenemos que hacer desde las políticas públicas. Nosotras que somos ‘las nadies’ de Eduardo Galeano cambiamos esa realidad con nuestro pequeño granito de arena, para que la gente empiece a concientizarse”, reflexionó Analía. “Hoy hasta la música habla de moda y en las periferias están escuchando que se tienen que vestir de Gucci y Praga, somos publicidad andante”, agregó Flor a la reflexión.
En la reflexión interseccional, Analía analiza el patriarcado desde una visión sumamente interesante. Compara el trabajo del arquitecto con el de la costurera. “No por nada la carrera de diseño se encuentra dentro de la Facultad de Arquitectura. Es un ramo que se paga mal, pero es un trabajo arquitectónico. Tenés que trabajar con planos, simetría, asimetría, volumen, alto, ancho, al arquitecto le pagan fortuna, y a la costurera nada. No hay una valorización porque no es un mercado que haya utilizado el hombre, si ellos hubiesen utilizado las máquinas de coser hoy se tendría un pago máximo”.
Se emocionan ante la pregunta de cómo es trabajar juntas, qué sienten teniendo un mismo proyecto. “Me di cuenta de la falta de reconocimiento de mucha gente con la que trabajé, y trabajar con mi hija es lo contrario, qué más que dejarle toda mi experiencia y acompañarla a ella que tiene una mirada comprometida. Nos acompañamos y nos enriquecemos mutuamente”.
Analía y Florencia hoy no viven solo de Impermanente que es lo que más les gustaría. Sus vidas, sus experiencias y el proyecto reflejan lo importante que sería que existan políticas públicas afirmativas para las personas emprendedoras afrodescendientes en el campo laboral. Esto es subsidios y apoyo estatal, para comenzar a saldar la deuda histórica que tiene el Estado argentino con toda la comunidad afro. Actualmente están pensando en la posibilidad de ampliar su taller junto a la gente que hoy está desocupada y que ha recibido las capacitaciones que Analía brindaba en el municipio, para ello necesitan de más máquinas, poder ampliar y mudarse de lugar físico, ya que hoy cosen en la casa de Analía y más capacidad para comprar telas.
En el mes de la mujer afrodescendiente, mostrar las voces de dos mujeres afroargentinas que hablan de su experiencia y su proyecto es necesario en varios sentidos. Por un lado ayuda a comprender que las personas negras, afrodescendientes de este país, existimos frente a invisibilización estatal que enfrentamos desde tiempos coloniales y que muchas veces ha coartado la posibilidad de conocer nuestra propia identidad. Existen en la comunidad afroargentina y afrodescendiente, sueños, proyectos y un enorme legado de resistencia. Por otro lado, mostrarnos desde nuestras propias voces y territorios construye sentidos. Transforma representaciones que en general son negativas, en visiones positivas que permiten recuperar autoestima, confianza y orgullo. Somos artistas, trabajadoras, profesionales, que no sólo podemos hablar de racismo, sino que queremos mostrar nuestras realidades y la posibilidad de la concreción de nuestros proyectos enfrentando derechos vulnerados históricamente, exigiendo apoyo y reconocimiento estatal.