Quienes somos mapadres sabemos que el sueño es un bien escaso que debemos cuidar. Sin embargo, el domingo decidí ponerle pausa al descanso y dedicarle dos horas a la nueva película de Netflix: La hija oscura.
La hija oscura o The lost daughter fue escrita y dirigida por Maggie Gyllenhaal y está basada en el libro homónimo de Elena Ferrante. El mismo forma parte de la trilogía Crónicas del desamor, que recopila: El amor molesto, Los días de abandono y La hija oscura.
La película cuenta la historia de Leda (con una actuación increíble de Olivia Colman), una profesora de cuarenta y ocho años que decide tomarse vacaciones en una isla de Grecia.
Desde que llega al lugar, Leda observa y es observada. La interrumpen para preguntarle por su familia, les sorprende que sea mujer y esté sola. Que sea mujer, de mediana edad y no esté con su familia viajando.
En su viaje, Leda se vincula con una familia que también está de vacaciones. Los observa tanto que termina estableciendo un vínculo con Nina (también la genial Dakota Johnson), que es madre de una hija pequeña.
La soledad y el cansancio parecen unirlas. Y es a partir de este vínculo que nos enteraremos, a través de flashbacks al pasado, sobre la vida de Leda y sobre qué historia oculta su biografía.
Mientras miro la película, me doy cuenta que estoy angustiada. “No soy esa madre”, pienso para tranquilizarme. Pero después, aparece la pregunta: ¿cómo sería ser esa madre?
¿Qué es lo que molesta y angustia tanto de su personaje? ¿Por que es una historia tan hermosa como agobiante?
La hija oscura es una película que habla de muchas cosas, pero principalmente desenmascara los mitos alrededor de la maternidad. Muestra lo difícil que es cargar con decisiones dolorosas, la transformación en la identidad una vez que somos madres y como, muchas veces, las mujeres terminan renunciando a sus otros deseos en pos de las tareas de cuidado.
La hija oscura es la historia de Leda, pero es sobre todo un relato sobre las relaciones, sobre el vínculo con lxs hijxs y sobre las decisiones que tomamos (o no) a lo largo de nuestras vidas. No se trata de una película que banalice a la maternidad o la bastardee. Todo lo contrario, profundiza en las preguntas, muestra las condiciones en las que muchas mujeres maternan hoy en día: solas, sin red y sintiéndose desdibujadas.
“¿Esto pasará o qué? No sé cómo llamarlo. Tengo depresión o algo”, le pregunta Nina a Leda.
“Yo soy una madre anti natural”, contesta Leda.
¿Cómo es ser una madre anti natural? O al revés, ¿cómo es ser naturalmente una madre?
La hija oscura pone sobre la mesa los sentimientos de ambivalencia que sentimos muchas madres. Y si perturba, es precisamente porque nos recuerda que todas somos un poco esas madres. Muchas madres nos sentimos, en ocasiones, agobiadas y cansadas de la maternidad. Quisiéramos irnos. Quisiéramos escondernos. Quisiéramos volver a ser quienes éramos (y precisamente, ¿quienes éramos?) pero después, con ayuda y sostén, nos olvidamos y volvemos a empezar.
Me gustaría entonces contestarle a las protagonistas de esta historia, que la maternidad natural es un engaño. Que el amor romántico también es un engaño. Que la maternidad, como cualquier relación, se construye y que no es falso el lema de que para criar a un hijx se necesita a un pueblo entero.
¿Qué cosas tenemos que hacer para pensar que somos buenas madres? ¿Por qué algunas madres, de tanto maternar, terminan abandonándose a sí mismas? ¿Qué pasa cuando no alcanza sólo con el amor? ¿Por qué es importante sacar a la maternidad del ámbito de lo privado?
La hija oscura viene a confirmar que quizás la maternidad no sea ni aquello que nos prometieron que era, ni aquellos fantasmas que pensamos que pueden llegar a ser. A través de sus personajes, de sus historias, de sus complejidades, vemos que la maternidad es una experiencia que cambia, muta y que nos atraviesa en mil capas. Visibilizarlo no nos vuelve malas madres o madres anti naturales.
La hija oscura muestra a la maternidad vulnerable, habla de temas tabúes como el abandono y también visibiliza el trabajo de las tareas de cuidado y el cansancio que hay por detrás invisibilizado.
En esta película las madres están solas. Quizás eso sea lo anti natural.
Quizás para criar a un hijx no alcance sólo con amor, quizás sea necesaria una red, derechos y una sociedad que reconozca las tareas de cuidados.
Quizás lo que asusta es que, en mayor o menor medida, La hija oscura seamos todas. Pero entonces a no temerle. A hacerle frente. Abrir la puerta, compartir esa oscuridad.