En medio de la crisis sanitaria por el Covid-19, las enfermeras llevan adelante los operativos de vacunación en todo el país. Las mascarillas, las antiparras y el protocolo forman parte del día a día de un grupo de trabajadoras que convive con la cara más esperanzadora de la pandemia.
Zulma se levanta a las cinco de la mañana todos los días. Es licenciada en Enfermería y trabaja en el Hospital de Morón hace 33 años. Por la tarde vacuna en el Polideportivo Gorki Grana hasta las nueve de la noche, hora en la que regresa a su casa con su familia. “La enfermería es todo en mi vida, amo lo que hago. Por eso me seguí preparando a través del tiempo porque me parece que la mejor manera de brindarse a las personas es a través de la ciencia, la calidad humana y la calidez”, sostiene en diálogo con Feminacida.
Después de realizar una capacitación de la Provincia de Buenos Aires, Zulma entró al equipo de vacunadoras, algo que cambió el ritmo de su vida como profesional. “La gente llega muy emocionada, a veces te quieren agarrar la mano y una por cuidar el protocolo no puede, pero como personal de salud casi siempre salís del protocolo porque sabés que lo más importante es contener a las personas, con la palabra, una mano en el hombro y la mirada”, confiesa. Con el equipo de protección, las mascarillas y las antiparras la comunicación verbal se vuelve central para poder hablar con lxs otrxs. Para Zulma se trata de leer los ojos, las miradas; poder construir la empatía y saber cómo acompañar situaciones tan difíciles.
Los vacunatorios se organizan en un circuito con varias áreas. Primero está la puerta, el lugar más agitado de todos y donde se toma la temperatura y se anota el presente. Sigue el sector pre-vacuna, momento en el cual se cargan los datos al sistema. Después se pasa a la posta de vacunación con las enfermeras, que brindan toda la información y recomendaciones. Al final está el área de reposo donde se controla que las personas se sientan bien y se les entrega el carnet cuando ya están listas para irse.
“El trabajo es súper dinámico, cada uno tiene un rol”, menciona Carolina, antropóloga y coordinadora del operativo de vacunación en el Club Tristán Suárez de Ezeiza. Su rol consiste en estar en todos lados, donde más la necesitan, aunque generalmente se la puede encontrar en la puerta, donde pasa de todo: “Ahí confluyen las personas que vinieron con su turno, las que quieren hacer algunas consultas o llegan para inscribirse e incluso gente que viene con problemas que no le pudieron resolver en otro vacunatorio”, explica. La puerta es la principal trinchera donde Carolina y sus compañerxs de trabajo se instalan día a día dispuestxs a responder dudas y organizar la jornada.
Para Marisa, docente vacunada en una sede de SUTEBA en Olivos, el operativo abarca más que el hecho de recibir la dosis en el día indicado. “Implica todo lo que hay que construir para llegar a esa instancia, desde revisar constantemente el turno a ver si te lo asignaron, hasta montar los centros con las sillas, los gazebos y la capacitación para lxs trabajadorxs”, relata emocionada en diálogo con este medio. Además, destaca la amabilidad con la que fue atendida: “Las vacunadoras son unas genias y el clima es de mucha expectativa y alegría”.
“Las personas llegan manifestándose de maneras diferentes, algunas felices, otras te cuentan que perdieron un familiar. Son emociones fuertes que marcan profundamente la historia de una como profesional”, afirma Zulma y cuenta que muchas veces se queda pensando en las personas a las que vacunó: “No es fácil decir ‘yo dejo de trabajar y me olvido’. Una nunca olvida”.
El 25 de marzo pasado un hombre ingresó al vacunatorio y le confesó, entre lágrimas de emoción y tristeza, que había sido detenido en el Gorki Grana durante la última dictadura cívico-militar. Según las palabras de la enfermera, contenerlo fue una tarea difícil, pero finalmente lo vacunaron. Aquella persona que una vez pisó el predio como un centro clandestino, ese día se fue con una inyección de vida en el hombro.
El reconocimiento por parte de la gente siempre llega: en una ocasión, la pareja de campeones de tango de Morón acudió a su turno y les dedicaron un baile a todas las enfermeras y trabajadorxs. En medio de la tormenta, de la emergencia sanitaria y la incertidumbre, a veces es posible ver la luz del sol, esa esperanza que parece ser la promesa de un futuro mejor. “Ver cómo la gente viene con mucho deseo me emociona, es nuestro cable a tierra para seguir”, agrega Zulma.
Aniela es licenciada en Nutrición y tiene 35 semanas de embarazo. Se vacunó en la posta de la Universidad Arturo Jauretche de Florencia Varela, luego de que su obstetra la autorizara y cuando hubo más estudios relacionados con los efectos de la vacuna en personas gestantes. Entrevistada por Feminacida, detalla: “El trato de las enfermeras y de todo el personal es general desde que te reciben fue genial. Llegué 15 minutos antes y me fui rápido y tranquila”.
Para Stephanie, vacunada en el Centro Covid CIC Malvinas de Mar del Plata, fue un proceso lleno de estrés. Cuando llegó le dijeron que no había más vacunas y que volviera el día siguiente. “Tenía muchísimo trabajo, estaba cansada y con miedo, pero la enfermera fue muy amable y simpática, me contuvo y me dio toda la información. Venía de un momento complicado y su amabilidad me hizo sentir mejor”, revela.
El reconocimiento del trabajo de lxs enfermerxs es urgente y necesario. Están al frente de la pandemia realizando una labor fundamental, pero no se puede olvidar que siempre estuvieron ahí. Corriendo por los pasillos de algún hospital, visitando habitaciones de terapia intensiva o conteniendo a las personas. “Valen los aplausos, los dibujitos y las canciones, pero también merecemos estar con nuestras familias, no trabajar en tantos lugares y tener un salario digno”, puntualiza Zulma.
El 12 de mayo, Día Mundial de la Enfermería, lxs trabajadorxs de la salud realizaron un paro nacional y movilizaciones por mejoras salariales. Uno de los principales reclamos fue dejar de ser considerados personal administrativo, como actualmente están encuadrados en la Ciudad de Buenos Aires. La protesta se hizo eco en todo el país de la mano de las organizaciones y sindicatos que pedían la reincorporación de trabajadorxs despedidxs, el pase a planta permanente a lxs monotributistas y salarios que le ganen a la inflación. “Es como si recién saltáramos a tener valor porque esta situación es sumamente necesaria pero la profesión de enfermería tiene que ocupar un lugar importante”, cierra Zulma.