Mi Carrito

Les afrodescendientes y la importancia de nuestra palabra

Compartí esta nota en redes

En 1992 mujeres negras de más de 32 países de América Latina se reunieron en República Dominicana para definir estrategias de lucha, visibilización y promoción de políticas públicas que fortalecieran derechos. A partir de ese encuentro, se conmemora el Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora. Hoy en Argentina, a 29 años de ese encuentro, las y les afrodescendientes avanzamos fundamentalmente en tomar la palabra, no sin tener que luchar por lograrlo, transformando el silencio en acción.

Imágenes: Sebastián Pancheri

Nos encontramos una tarde en la que el sol ayudó a frenar el frío de julio. Allí dimos imagen a las palabras y a nuestras luchas, honrando al Paraná. Hoy el río se encuentra extremadamente bajo producto de la violencia del capital que invade el delta y está provocando un desastre natural. La bajante hace que se vean cosas que antes su color marrón ocultaba. Se destaparon barcos, botes y barro. Allí fuimos a encontrarnos, a abrazar nuestro templo natural y a tomar fotografías que representan nuestras maneras de habitar la tierra. Algunas afroargentinas, otres afro-migrantes. La tristeza que provoca ver al río con tan poca agua se combina con la certeza de defenderlo. Cuidar el delta de aquellos que quieren invadir sus costas, matando su biodiversidad, es defender nuestra propia voz y la energía de creación que vive en sus aguas y en nosotres.

Necesitamos hablar de lo que nos representa, no ya sobre cómo somos representadas por quienes construyeron de nosotras la otredad, sino de la composición de nuestras maneras de contar y observar el mundo, nuestras formas de comunicar y construir un futuro en el que los colores de piel y las fronteras no sean una medida que define para quiénes son los derechos. 

El camino transitado por nuestras ancestras fue mucho, desde el genocidio de la trata esclavista que las trajo obligadas hasta aquí. Ellas salieron adelante aún en las peores condiciones. Se armaron de las más variadas estrategias para vencer el maltrato y el odio, transformando sus dolores en música —hoy escuchada a lo ancho y largo del mundo. Supieron transformar en danza sus formas de defensa. Utilizaron las heridas corporales causadas por los amos para presentarse a la justicia colonial y exigir su libertad. Supieron ocultarse para construir acciones comunitarias evadiendo los sistemas de opresión. Conservaron la espiritualidad africana aún bajo el peso de la imposición católica europea.

En tiempos coloniales compraron su libertad con mayor frecuencia que sus compañeros varones en los territorios de sudamérica. Trazaron mapas en las cabelleras de sus compañeras para indicar el camino a la libertad. Transformaron en poesía la violencia, escribiendo libros en la más extrema pobreza. Curaron con hierbas a familias enteras. Pusieron el cuerpo en los procesos de independencia, marcharon. Fueron y son cabeza de las organizaciones que pelearon por los pocos derechos que tenemos. Escribieron artículos periodísticos para desnudar los prejuicios sobre los que eran observadas. 

No han tenido ningún diploma de honor por ello, ningún monumento en ninguna plaza, ni un título que las habilite para ser educadoras, y sin embargo lo fueron. Las historias estatales no las han mencionado, hemos sido nosotras quienes les tendieron una mano para rescatarlas del olvido. 

Hablamos de resistencia porque recuperamos un discurso oculto. Nos corremos del lugar de víctimas que solo sirve a quienes quieren utilizar nuestra voz para representarnos, sin que seamos nosotras quienes hablemos por nosotras mismas. Repensamos nuestra existencia, tomando la fuerza ancestral y construimos nuestra realidad, a veces reformulando deseos y formas de ir por ellos.

Es lo mínimo que nos toca hacer para darle voz a otras hermanas a las que por la condición de marginación a la que han sido expuestos nuestros pueblos y comunidades afrodescendientes, hoy no pueden imaginar un futuro diferente. Por esto las representaciones son importantes. Vernos al espejo, encontrarnos negras y afrodescendientes sintiendo orgullo de ello es algo que implica un gran tránsito, más en un país como Argentina donde la historia se ha encargado de negar nuestra raíz afro, y ha utilizado como insulto la negritud de nuestra gente. 

Mirta Alzugaray, Lucia Molina, Analía Vargas, afrosantafecinas.

Narrativas y experiencias negras, hablar por nosotras mismas

La importancia de construir representaciones en relación a nosotras mismas y no en “oposición a” desbarata la idea esencialista de nuestra negritud, pone en jaque las jerarquías binarias propias del opresor. La idea de que las negras somos todas iguales, y pensamos todas iguales, ha sido una forma colonialista de identificarnos que invadió hasta lo profundo, incluso nuestras propias concepciones. Por eso la deconstrucción está íntimamente ligada a la lucha decolonial. Somos diversas, no solo en nuestras tonalidades sino también en nuestras estrategias, y en nuestras maneras de observar el mundo, y allí reside la potencia. Lo que compartimos es “el compromiso con la palabra": "Pretendemos recuperar un lenguaje que se ha vuelto contra nosotras”, decía la escritora afroamericana Audre Lorde.

Las mujeres e identidades y expresiones de género negras, afrodescendientes hemos tenido oculta nuestra propia historia, invisibilizadas no solo en los discursos cotidianos sino también de las grandes narrativas históricas y literarias. Narrativas que nos ven como imposibilitadas en el campo de la ciencia, o al menos externas, y que a su vez se encargaron de hacer todo lo que tuvieran a su alcance para que nuestros saberes ancestrales sean desplazados al lenguaje de lo místico, como en el campo de lo medicinal por poner un ejemplo. 

Al haber tenido oculta nuestra propia historia, nuestra voz, nuestra oralidad cobra un peso fundamental. Nuestras experiencias son lugares de representación y las herramientas que utilizamos para transmitirla son también diversas. El tambor, la locución, la danza, la poesía, la ciencia, la costura, la investigación académica, la construcción de proyectos para consolidar sociedades sin racismo, la educación, la religiosidad yoruba; desde allí transmitimos nuestros saberes, y son a la vez bases de nuestra supervivencia. Desde allí creamos, no sin convivir con una sociedad que nos solicita títulos y acreditaciones para aceptarnos como transmisoras de conocimiento. 

Doménica Dias, brasilera, mujerista, estudiante de 5to año de medicina Universidad Nacional de Rosario.

Gran tiempo es el que nos lleva valorar nuestros lugares del habla, porque también nos hicieron creer que necesitábamos autorización para la palabra. En nuestros territorios las personas esclavizadas en la época colonial no podían presentarse por sí mismas a la justicia, ésta solicitaba que tengan un procurador, un representante. A pesar de haber transcurrido tanto tiempo, hoy el patriarcado y el capitalismo pretenden que las mujeres negras sigamos pidiendo permiso para transmitir nuestro conocimiento, condenando al silencio a miles y miles. Por eso la validación entre nosotras y para nosotras es vital. Valorar nuestras experiencias diversas, apoyar nuestros desarrollos en todos los campos, reconocer y difundir a la que está a mi lado, debatir fraternalmente y potenciar el trabajo de la otra, sin importar edad, país y tiempo recorrido, son maneras de poner en valor el legado ancestral africano y de darle un revés a las formas racistas, capacitistas y patriarcales que el colonialismo imprimió sobre nuestras subjetividades, porque en palabras de Lorde: “Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo”. 

A lo largo y ancho de toda América Latina, las mujeres negras hemos sido desplazadas por los estados e instituciones, condenadas a la marginalidad, a trabajos precarizados mayormente en espacios de cuidado y servicios. Los medios de comunicación hablan de nosotras sin nosotras. Las escuelas y universidades no transmitieron nuestras formas de resistencia y la medicina no estudió nuestros problemas de salud ligados a nuestra ascendencia étnica. Con la pandemia todo se agravó y las posibilidades de trabajo, salud y educación se redujeron drásticamente para nuestra población. Nuestro lugar de habla también es denunciar esto, y demandar políticas públicas. Nuestra construcción colectiva de resistencia está ligada a la construcción de proyectos, leyes y espacios en los que seamos parte activa para exigir a los Estados que salden la deuda histórica que tienen con nuestras comunidades y pueblos. No queremos que nos llamen para la foto, sino que nos llamen para darle vía a proyectos construidos por nosotras mismas y para nuestras comunidades, en pos de construir sociedades libres de racismo estructural.     

Intentaron borrarnos y acá estamos. ¿O acaso nuestra presencia aquí y ahora es tan solo una idea?

Algunos meses atrás me escribió por redes una mujer que está buscando su identidad. No tiene partida de nacimiento de sus abuelos, en su familia se ocultó el origen étnico de ellos. Sólo conserva fotos, en las que se evidencian rasgos afro, pelo mota, nariz ancha, labios pronunciados. Sin más datos que esos, pide ayuda, no sabe si puede auto percibirse como mujer afrodescendiente. Miles de historias similares se suceden a lo largo y ancho de Argentina, como consecuencia del ocultamiento de nuestra raíz negra que se impregnó hasta lo más profundo de las familias junto a una serie de mitos que se construyeron alrededor de la historia de las personas esclavizadas que habitaron el territorio argentino y sus descendientes. 

“En argentina bajamos todos de los barcos” es el mito que repiten desde funcionarios públicos hasta cualquier hije de vecine. ¿De qué parte de los barcos bajamos? Podríamos preguntarles. El mito de que la población argentina nació con la inmigración europea de finales de siglo XIX, ha sido una estrategia de las elites políticas para borrar los aportes políticos, económicos y culturales de les africanes y sus desendientes en este territorio, también de los pueblos indígenas. A diferencia de otros Estados que difundieron la idea de la mixtura o la democracia racial, Argentina es uno de los pocos países, junto a Chile que vendió la idea de que somos todes descendientes de europeos. Esa concepción ha instalado dos ideas. La primera, que en Argentina no hay negres y la segunda que no existe el problema del racismo. Nuestra presencia y nuestra sola existencia se encargan de disolverlas. 

Jesica Lamadrid, militante por la visibilización de les afrodesendientes traídos por la trata esclavista a este territorio, parte de Asociación Misibamba.

Por si quedaban dudas las mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis, trans, no binaries, intersex y otras identidades y expresiones de género que somos afroargentinas existimos. E incluso existen aquí organizaciones que hace más de 30 años pelean por la visibilización de la comunidad. Una de ellas, es la casa Indo-Afro de Santa Fe, conducida por Lucía Molina, una mujer que levantó la voz cuando de esto sí que no se hablaba. Mujeres como ellas y tantas otras hoy ya adultas, han sido y son la guía para que sigamos hablando y escribiendo. Honrarlas es nuestro deber. 

“Migrar es un derecho” es la frase que más ha sido pintada en las movilizaciones contra el racismo en Argentina, nuestras hermanas migrantes sufren la combinación de la xenofobia y el racismo, las insultan en los colectivos, les impiden alquilar, las maltratan en los edificios en los que viven, y como nosotras soportan día a día la hipersexualización de sus cuerpos.

Lucia Molina, afroargentina del tronco colonial, fundadora de la Casa IndoAfroAmericana de Santa Fe. 

Este nuevo 25 de julio si hay algo que celebrar es la unión de mujeres y diversidades afrodescendientes en pos de la posibilidad de la palabra. Nuestro ser en el mundo es político. Visibilizar tanto nuestras identidades, deseos y formas de habitar el mundo como también exponer los derechos que nos faltan son algunas de las maneras que tenemos de romper el silencio y convocar a más hermanas a que tomen la palabra marchando a la conquista de más derechos. Somos diversas pero no dispersas, decía nuestra compañera Marielle Franco, presente día a día en cada logro del movimiento de mujeres negras a lo largo y ancho del planeta.

Agradecimiento profundo a les que participaron de la hermosa jornada a orillas del Río Paraná. Mirta Alzugaray, Gisella Gardener, Florencia Arce, Analía Vargas, Grace Kelly Gutierrez Diaz, Gabrielle Loaiza Betancurt, Lucia Molina, Jesica Lamadrid, Lizeth Gimenez, Maria Castillo, Yanel María García, Domenica Dias, Jessica Gardner, Sebastían Pancheri.


Compartí esta nota en redes