Ilustración: Daniela Sebastiani
“Me dijo que todo esto era la moda de los pañuelos verdes, esa fue la frase exacta que usó, y me pidió que me retirara de su consultorio”, cuenta Luisina Barraud que esa fue la respuesta de la ginecóloga cuando ella le pidió realizarse la ligadura tubaria. ¿Cuántas veces se escuchan casos de mujeres que quieren hacerse una ligadura de trompas y se la niegan por ser muy chicas, porque van a querer tener más hijos, porque su pareja y familia quieren un bebé o por cualquier otra excusa? Sin embargo, según la normativa nacional, todas estas respuestas son vulneraciones al derecho de la mujer de acceder y elegir qué método anticonceptivo quiere en su cuerpo.
La ley 26.130 de anticoncepción quirúrgica existe en Argentina desde el 2006 y establece en su artículo primero que “toda persona mayor de edad tiene derecho a acceder a la realización de las prácticas denominadas ligadura de trompas de Falopio y ligadura de conductos deferentes o vasectomía en los servicios del sistema de salud”. Para poder hacerlo, solo se necesita ser mayor de edad y firmar un consentimiento informado sobre las implicancias para la salud de la práctica a realizar, la existencia de otros anticonceptivos y las características del procedimiento.
“Cuando una mujer decide hacérselo simplemente tiene que ir a su ginecólogo y solicitarla. Nada más que eso. Pero no necesita ni juez, ni cónyuge. No es necesario que haya tenido hijas o hijos, ni es necesaria una autorización judicial”, explica la ginecóloga Vilma Rosciszewski (MN 86546). Sin embargo, los testimonios cuentan otra cosa.
Carolina Miguez tiene 23 años y vive en Hurlingham. A los 19 decidió que no quería ser madre y buscó realizarse la ligadura de trompas. “Cuando consulté con la ginecóloga me dijo que era muy chica, que no tenía hijos y que me podía arrepentir”, cuenta Carolina que, aunque cambió 3 veces de médico, ninguno le explicó sobre la existencia de la ley ni que era su derecho poder acceder a la operación. En cambio, le ofrecieron como único método pastillas anticonceptivas. “Yo tampoco puedo usar DIU porque tengo una anemia que es producida por mi período, y si lo hago aumenta el sangrado por lo tanto se agrava mi situación”, explica la joven.
A Luisina Barraud de 28 años también le negaron su derecho en el 2017 cuando quiso hacerse la ligadura tubaria porque corría riesgo su vida. Ella sufre del síndrome de Ehlers Danlos, una enfermedad genética que afecta el colágeno del cuerpo. “En ese momento me dijeron que yo no iba a poder ser mamá porque, entre uno de los síntomas, está la hiperlaxitud de los tejidos, es decir, podría morir desangrada intentando llevar adelante un embarazo por un desgarro del útero”, detalla Luisina oriunda de San Francisco, provincia de Córdoba.
A raíz de esto, Barraud le pidió a su ginecóloga acceder a la ligadura de trompas a los 25 años. “Cuando se lo plantee quedó atónita. Me dijo que en algún momento me podía arrepentir, que mi pareja podría querer ser padre, que mis papás iban a querer ser abuelos, ignorando que ya me había negado la postura del DIU por un riesgo físico y que ahora se trataba de un riesgo de vida. Se le olvidó esa parte”, relata Luisina.
Luego de recorrer varios médicos, encontró uno que accedió a hacerle la operación. Sin embargo, según relata Luisina, cuando fue a programar la fecha, desde la administración de la clínica le dijeron que no hacían ligaduras de trompas de manera explícita y que iban a pasar ese procedimiento por un falso quiste ovárico sangrante el cual costaba $11.300.
La ley 26.130 en su artículo quinto especifica que los procedimientos de contracepción quirúrgica deben ser realizados por los establecimientos de salud pública e incorporados y cubiertos por las prepagas u obras sociales en su Plan Médico Obligatorio (PMO). Florencia Juárez, abogada, recomienda que, en caso de una respuesta negativa: “Hay que realizar la denuncia pertinente en la línea de salud sexual del Ministerio de Salud de la Nación o de los gobiernos provinciales. También se puede hacer ante la Superintendencia de Servicios de Salud”.
Después de estos rechazos, Luisina decidió consultar con otra ginecóloga que cuando escuchó las palabras ligadura de trompas le pidió que se retirara del consultorio. “Me fui llorando y en pleno ataque de angustia”, explica Barraud que al dirigirse a la administración y pedir por otro profesional le dijeron que toda la clínica era objetora de conciencia. Esta figura legal le permite a la persona negarse a acatar la ley y a no realizar actos o servicios por cuestiones éticas y religiosas. Aunque el artículo sexto de la ley 26.130 explica esta posibilidad, también establece que “la existencia de objetores de conciencia no exime de responsabilidad, respecto de la realización de las prácticas requeridas, a las autoridades del establecimiento asistencial que corresponda, quienes están obligados a disponer los reemplazos necesarios de manera inmediata”.
“No podemos permitir que la objeción de conciencia sea un obstáculo o un impedimento para que las personas con capacidad de gestar puedan decidir sobre sus procesos reproductivos y no reproductivos”, explica la abogada y agrega que en caso de negativa nuevamente se realice la denuncia correspondiente en la línea de salud sexual del Ministerio de Salud.
La obstaculización del acceso a los métodos anticonceptivos es una forma de violencia contra la libertad reproductiva estipulada en la ley nacional 26.485 de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Esta normativa sostiene que la negativa por parte del médico conlleva a la negligencia e irresponsabilidad tanto profesional como de la institución.
Finalmente, después de 3 años de lucha, Luisina pudo realizarse la ligadura tubaria recién a principios del 2020. Su caso se viralizó el año pasado y el Ministerio de Salud se hizo cargo de investigar y sacar de la clínica a las personas que no le permitieron acceder a su derecho. “Me llegaron un montón de mensajes de mujeres en todo el país con situaciones parecidas a la mía que les habían negado o, en muchos casos, pidiéndole la firma del cónyuge o un apto psicológico; esta idea de que la mujer que decide no maternar es una loca. Pero estoy muy feliz de que sirvió para un montón de mujeres, sobre todo acá en mi ciudad que era algo que no se venía practicando con regularidad”, agrega Luisina.
¿Qué pasaba antes de la ley?
Al igual que antes de que se legalizara el aborto, cuando muchas mujeres se sometían a la práctica de manera clandestina, en condiciones insalubres, sin acompañamiento y sin información sobre lo que hacían; con las ligaduras de trompas sucedía algo parecido antes de que se sancione la ley de anticoncepción quirúrgica.
Marcela tenía 38 años y dos hijas en el 2003 cuando decidió que quería ligarse las trompas. “Tenía muchos problemas con los anticonceptivos. En ese momento usaba DIU pero ya no podía hacerlo más porque mi cuerpo los rechazaba. Tampoco podía usar pastillas porque tengo muchos problemas de varices y de circulación. Y la verdad, ya no quería tener más hijos”, explica que solicitó ser nombrada por un nombre ficticio para proteger su identidad. Sin embargo, cuando lo consultó con su médico, éste se la negó por no estar avalado por la ley. En cambio, le ofreció usar otro método anticonceptivo, los parches dérmicos.
Marcela quedó embarazada por tercera vez en el 2005. “Ahí lo hablé otra vez con el médico que me seguía diciendo que era ilegal y que lo tenía que pensar muy bien porque todavía era joven y que yo no sabía las circunstancias de la vida, que por ahí en algún momento me separaba, conocía a otra pareja y quería tener otro hijo”. Sin embargo, resulta necesario remarcar que la decisión de ser o no madre es personal e individual ya que es la mujer quien pone el cuerpo y la que debe elegir si quiere hacerlo.
Durante ese embarazo, Marcela tuvo muchas complicaciones de circulación y hasta se le hizo una hernia. “Entonces lo volví a hablar con el médico y le dije: 'bueno, mirá yo no voy a salir del quirófano si no me hacés la ligadura de trompas. No me importa si no es legal'”. Su ginecólogo le explicó que había una posibilidad de hacerlo luego de la cesárea ya que de esa manera no era necesario pedir un turno en el quirófano para hacer una ligadura tubaria de forma explícita. “Me lo hacía de contrabando digamos, pero yo no lo tenía que comentar con nadie hasta que suceda porque era ilegal”, relata Marcela.
Hoy, a sus 55 años, Marcela sostiene que fue una de las mejores decisiones de su vida. “No sufrí ninguna consecuencia física, todo lo contrario, porque ahora no necesito un método anticonceptivo que le haga mal a mi cuerpo”.
¿Cómo se realiza una ligadura de trompas?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ligadura tubaria es el procedimiento anticonceptivo más usado a nivel mundial por su alta tasa de efectividad (99,5%). Hasta el 2019, se estima que ya 140 millones de mujeres de todo el mundo optaron por este método.
En Argentina el 99,2% de las intervenciones quirúrgicas de anticoncepción son ligaduras de trompas en mujeres. Según los datos del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, en el 2016 se realizaron 12.976 operaciones mientras que en el 2018 ese número ascendió a 14.590.
Vilma Rosciszewski, ginecóloga, explica que “el procedimiento involucra cortar y ligar las trompas de falopio que son el lugar donde se encuentra el espermatozoide con el óvulo para formar el embrión. Entonces, al cortarse las trompas, ese lugar queda separado y no se lleva a cabo este encuentro. Se puede realizar por laparoscopia o, a veces, hay como una mini cirugía muy chiquitita que se abre muy poquito el abdomen para poder acceder a las trompas, cortar y ligar”.
Según la página del Ministerio de Salud de la Nación, es considerada una cirugía sencilla porque sus índices de complicación son muy bajos y requiere una internación mínima de 24 horas y no superior a las 48. La operación la realiza un profesional calificado, en un quirófano y con anestesia total o epidural.
Además, en la misma página se destaca que la mujer “sigue menstruando y ovulando en forma normal (ni más abundante ni más doloroso); no altera el goce durante la relación sexual; no se saca el útero; no provoca alteraciones del peso ni modifica el aspecto físico; y no tiene efectos secundarios a largo plazo”.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la ligadura de trompas no es un método que previene enfermedades de transmisión sexual y que es algo definitivo. “La realidad es que hay microcirugías para poder revertirla pero no se puede asegurar que sea efectiva porque la trompa está dañada. Una tiene que saber que es muy difícil la vuelta atrás. Pero sí se puede garantizar que puede volver a tener hijos con una fertilización in vitro”, explica Vilma. “Lo que yo le diría a las mujeres que intentan o que están en camino de ver si se hacen una ligadura, es que la decisión es personal. Nadie puede entrometerse en esta cuestión de decidir si ser madre o no porque es algo definitivo. La clave está en saber reconocer cuáles son nuestros derechos, poder informarnos y de ahí en más hacerlos valer”, declara Luisina a 9 meses de haberse realizado la ligadura de trompas.
La línea 0800-222-3444 de Salud Sexual es gratuita. Podés comunicarte para solicitar atención personalizada que facilite el acceso a los servicios de salud sexual y salud reproductiva en todo el país.
- Este artículo fue producido en el marco del Taller de Periodismo Feminista de Feminacida -