Hace seis meses comenzó a funcionar en Santiago del Estero la Línea No Estás Sola, un proyecto de reparación en clave feminista, creado con los pies en el barrio y de manera autogestiva por Matria, un grupo de jóvenes militantes que día a día ponen el cuerpo en los lugares a donde el Estado no llega. Así se conformó un equipo de acompañantes comunitarias, estudiantes y profesionales de psicología, abogacía y trabajo social que atienden todos los días a mujeres y disidencias en situación de violencia, ofreciendo una escucha segura, respetuosa y confidencial, además de atención psicológica gratuita y asesoramiento legal. Al día de hoy, acompañamos a una o dos mujeres por semana.
Cómo surge
En el norte argentino, los feminismos pisan fuerte y se organizan en pos de transformar una realidad olvidada por el porteñocentrismo histórico. ¿Qué se hace cuando las políticas de género son limitadas en gran parte del país? "Cada vez que hacíamos una actividad en algún comedor barrial, se acercaba una mujer a pedir ayuda. Muchas también habían vivido situaciones de violencia previamente, y debido a la discriminación de la policía y de las instituciones para con los sectores populares, la mayoría de los casos quedaban en la nada. Esto nos llevó a replantearnos nuestra tarea y crear una herramienta accesible para quienes no tienen el mal llamado privilegio de ser escuchadas por la Justicia", cuenta Gimena Herrera, acompañante comunitaria de la Línea.
En los casos de violencia de género hay una multiplicidad de factores que se entrelazan, más aún en las villas y periferias. No por nada las feministas populares ponemos en debate la interseccionalidad: ¿realmente es una política interseccional poner una wiphala en un edificio, sin analizar por qué la tasa más alta de femicidios está en el norte del país?
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Protocolo de atención
La Línea trabaja de una manera integral y comunitaria, conjugando lo virtual con lo territorial. Cuando llega un caso, se hace el primer contacto con la operadora, quien escucha y permite a la persona hablar sin presiones, promoviendo un clima de calidad y confianza y nunca emitiendo críticas o consejos, ya que la aproximación siempre debe ser desde el respeto por la autonomía y despojándose de juicios personales. Tampoco en ninguna circunstancia nos referimos a la persona agredida como "víctima" sino como una mujer o LGBTI+ en contexto o situación de violencia. Esta denominación permite que no se fije un rol determinado y abre a la posibilidad de transformación.
Antes de la intervención priorizamos tener todos los datos necesarios, por lo que se hacen preguntas estrictamente relevantes en caso de que la persona no las haya respondido en su relato.
Luego del primer contacto, la acompañante designada clasifica el caso según la valoración del riesgo teniendo en cuenta varios factores como vulnerabilidad socioeconómica y emocional, antecedentes del agresor, dependencia económica, entre muchos otros. La valoración del riesgo permite definir el tipo de intervención con el que se va a proceder, entendiendo que cada caso es diferente y merece una atención particular. En casos de emergencia se articula directamente con la policía local priorizando siempre el resguardo de quien necesita ayuda.
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Las acompañantes están obligadas a cumplir con una serie de consideraciones y principios acordados a la hora de intervenir, como el de la no revictimización: cada vez que se tiene conocimiento de un caso, se debe orientar a la mujer frente a vías de acción que probablemente requerirán múltiples declaraciones e insumos de recursos temporales, económicos y emocionales. Por este motivo, se busca minimizar los daños del proceso. No se puede someter a la persona en situación de violencia a consultas innecesarias y declaraciones reiteradas. Evitar la revictimización es un proceso que demanda compromiso y formación.
A su vez, es nuestro deber ético y legal generar un entorno de confianza que le permita a la persona afectada sentirse habilitada para rechazar la intervención, en caso de que no esté dispuesta a afrontar el proceso. Se actúa con suma cautela y respeto por la decisión de la misma, informando que no se procederá sin su aprobación. Tampoco se intentará un nuevo contacto si ella no lo desea, aunque se dejará en claro que el recurso de acompañamiento y la orientación siempre estarán disponibles. También debe ser garantizada la confidencialidad de parte de quienes toman conocimiento de las situaciones de violencia, (no compartirla con personas cercanas o colegas que no tienen relación con el equipo de atención). Los informes son adecuadamente archivados y custodiados. Asimismo, debe informarse sobre los límites de la confidencialidad, por ejemplo: en el caso de que se encuentre en riesgo la vida o la integridad o ante requerimientos específicos de autoridades judiciales.
El final que muchas veces no llega
Al intervenir una multiplicidad de factores en las violencias por motivos de género, el abordaje implica avances y retrocesos hasta encontrar una solución definitiva, si se encuentra. Las personas que acompañan deben estar preparadas, ya que no se trata de un proceso lineal, entendiendo que muchas veces resulta difícil romper con el ciclo de la violencia por miedo a: un mayor peligro físico; hacer la denuncia; la soledad -potenciada por la inseguridad y baja autoestima-; herir emocionalmente a la familia; el cambio o no poder mantenerse solas por la dependencia económica con el agresor. La falta de ingresos, no tener a dónde ir, y la falta de vivienda y de redes de apoyo son factores que también impiden terminar el vínculo. El maltrato es un ciclo que comienza poco a poco, de forma sutil, y se conforma de distintas fases.
"Las experiencias de maltrato provocan un gran nivel de ansiedad, sentimientos depresivos y dificultades en los vínculos y relaciones con el entorno, lo que perjudica aún más la situación de quien es agredida, porque se ve alejada de su familia, amistades y vínculos. Por eso es fundamental que los dispositivos de atención funcionen como redes de apoyo y contención más allá de orientar o brindar información. A su vez, teniendo en cuenta el poco acceso en materia de salud mental para mujeres de bajos recursos, es valioso que se creen estos espacios seguros y gratuitos. Nos organizamos y nos cuidamos entre todas", asegura Agostina Barey, psicóloga de la Línea.
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Una mirada anti punitivista
Tal y como analiza la politóloga Maria Camila Moncada, un modelo de justicia que supere el punitivismo debería tener, al menos, tres componentes: responsabilización para el ofensor, restauración para la persona agredida y garantía de no repetición frente a la sociedad. Considerando que, difícilmente alguno de estos elementos se logre a través de Twitter, Facebook o algún otro espacio digital, el acompañamiento de la Línea se basa mucho en el segundo componente, sin utilizar herramientas como el escrache, ya que, la reparación o restauración no se logra con un castigo social efímero e impuesto por un público, sino con acciones puntuales que permitan a la mujer en situación de violencia continuar su proceso de sanación o de vida.
La primera opción siempre tiene que ser recurrir a la justicia, y no alentar la idea de que la misma no está presente y que no es efectiva, ya que eso desmotiva a las mujeres y genera que no quieran denunciar. Aún así, sí coincidimos en que desde el Estado todavía falta mucho por hacer, por eso mismo se deben fortalecer los espacios colectivos con quienes encabezan este tipo de proyectos y el Estado, ya que sólo con el entrelazamiento de ambos y una Reforma Judicial Feminista podrán verse transformaciones concretas.
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"Yo recurrí a la Línea después de mucho silencio, animada a dejar todo en este proceso y no mirar más a un costado como si nada pasara. Pude entender que había que hacer algo para que quien me maltrataba se vaya, y hacerle saber que nunca más estarán tranquilos causando dolor a otras. Yo soy del interior de Santiago y acceder a un servicio de ayuda confiable me era muy difícil, pero cuando me contacté con las chicas pude sentir tranquilidad de nuevo. Mi acompañante siempre me hizo sentir que no estaba sola y entender que ninguna mujer merece quedarse de manos atadas. A partir de ahí, y con la atención psicológica, pude rehacer mi vida con mucha fuerza y tengo un proceso judicial en marcha", relata L., una de las primeras personas en ser acompañadas.
La Línea No Estás Sola es un proyecto que surge desde y para les de abajo, con el objetivo de que se implemente también en otras partes del norte argentino. Porque ante la falta de políticas en los sectores populares, nos organizamos y apostamos a nuevas herramientas.