Tres mujeres oriundas del norte argentino reflexionan en diálogo con Feminacida sobre lo que significa ser feminista en la región luego de que una médica salteña fuese detenida por realizar una Interrupción Legal de Embarazo (ILE). Este hecho evidenció nuevamente el atropello y la vulneración de los derechos sexuales y reproductivos que las mujeres e identidades con posibilidad de gestar enfrentan todos los días en esas provincias.
Salta, Jujuy, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero y Tucumán son las provincias que integran el norte argentino. Aunque cada una tiene sus particularidades y características propias, la fuerte presencia de las instituciones religiosas es común en todo el territorio. Las iglesias, tanto cristianas como evangélicas, inciden en la política y la sociedad, pero al mismo tiempo son actores fundamentales que están presentes en los lugares donde el Estado parece no llegar.
El problema es que mientras funcionan como espacios de ayuda social y encuentro, imponen de manera indiscutible una moral y ciertos valores que en algunos casos son contrarios a las leyes nacionales y políticas públicas. Es así que el poder político va de la mano del eclesiástico. Pero, cuando Dios no mira y cuando el Estado no alcanza: ¿quién protege a las mujeres e identidades con posibilidad de gestar allí?
Las mujeres se enfrentan a una enorme variedad de problemas al momento de acceder a políticas que deberían estar garantizadas a nivel nacional. Para Soledad Deza, abogada y fundadora de la organización Mujeres x Mujeres en Tucumán, la laicidad como valor democrático no existe en el noroeste argentino porque hay “un anacronismo y una cultura con fuerte presencia de los conservadurismo religiosos y políticos”.
En Tucumán por ejemplo no se adhiere a la ley que garantiza el acceso a una anticoncepción gratuita, la educación sigue siendo religiosa en las escuelas públicas y la ESI está lejos de estar garantizada. “La sociedad tiene naturalizados la injerencia de los credos en la vida cotidiana”, destaca la abogada.
En este contexto, la lista de mujeres violentadas, vulneradas o maltratadas por las instituciones es larga. Algunos casos son muy conocidos, como el de Marie Madgalena quien denunció haber recibido violencia institucional al ser atendida en un hospital público luego de tener complicaciones por interrumpir su embarazo, o la brutal historia de Belén que permaneció tres años presa luego de sufrir un aborto espontáneo.
Para las mujeres es especialmente difícil empezar a militar en este contexto. Deza relata que cuando decidió fundar su agrupación en defensa de los derechos de las mujeres junto a unas amigas fueron juzgadas y tratadas de mentirosas. Hoy, años más tarde, no se arrepiente: “Sin dudas concretamos un sueño que teníamos desde hace tiempo y que no se lograba porque parecía que siempre lo urgente nos distraía de lo importante”.
Otra mujer que milita el feminismo desde su profesión es la psicóloga Verónica Cuevas. En su carrera atendió a muchas mujeres de los sectores socio vulnerables de Salta y solo necesitó “un mínimo de empatía” por esas historias para entender que el patriarcado no es solo una abstracción y para querer usar la salud como herramienta para igualar derechos.
La licenciada pertenece a la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, pero son pocos los que en su provincia se animan a garantizar los derechos sexuales. En parte por miedo a “quedar expuestos al estigma”. “Hay compañeras de otros lugares que sin ningún problema ponen los centros de salud donde se garantizan los ILE y acá en Salta estamos a años luz de eso. Nos manejamos con mail a pesar de que tenemos una ley”, relata.
Por otra parte, Cuevas reflexiona sobre la potencia que tienen las religiones en el norte y plantea que se relaciona con su historia y la influencia de la cultura Inca de la cual heredan muchas tradiciones: “Cuando se fundaban pueblos y ciudades, la plaza era el centro. De un lado se ubicaba la catedral y del otro el Cabildo, esa misma cuadrícula está en Cusco, Lima y México”.
La cantidad de creyentes y la incidencia de la religión es un fenómeno primeramente sociológico e histórico, pero “no deja de tener sus efectos en la subjetividad”. ”Sabemos que el aborto conlleva una gran carga que tiene que ver con el estigma o con tener miedo a que se enteren. Hay mujeres que recién después de muchos años y durante terapia pueden confesar y en esos términos de confesión, que se han hecho un aborto”, señala Cuevas.
Mientras Cuevas explica lo muy arraigada que está la religión a la cultura regional, desde su ventana cientos de personas desfilan por las calles celebrando al Señor y Virgen del Milagro, una fiesta religiosa de la provincia que dura tres días feriados e ilustra perfectamente este fenómeno.
Fue en Salta que una médica estuvo detenida por haber participado de un procedimiento de interrupción legal del embarazo en el hospital de Tartagal. Su paciente había denunciado que fue obligada a abortar, pero la médica cree que en realidad fue presionada por distintos sectores de la sociedad ya que se trató de un tratamiento autoadministrado de Misoprostol, recetado luego de muchas interconsultas.
Gracias a que movimientos feministas de todo el país y los medios de comunicación visibilizaran lo que ocurría, la médica fue puesta en libertad a las pocas horas. Esto fue sumamente importante ya que ella era la única no objetora de la zona y dejarla presa implicaba que en Tartagal, y en los lugares aledañas no se respeten los derechos de las mujeres y personas con posibilidad de gestar de forma definitiva.
El caso aún sigue bajo investigación en la justicia. Cuevas cuenta que el mismo abogado que defiende a la familia en esta causa es el que defendió a un “conocidicimo médico de Tartagal” que realizaba abortos clandestinos, aunque era objetor de conciencia en el sector público. Este médico fue denunciado por intercambiar favores sexuales a cambio de realizar el procedimiento. A pesar de esto, continúa trabajando impunemente y no tiene “ni un sumario administrativo” en su haber. “No sé si hay una mafia, pero sabemos que el poder no es piramidal. Hay entramados de complicidades, silencios, cuestiones que tienen que ver con una justicia patriarcal y muda”, afirma la psicóloga.
El sistema médico hegemónico tiene varios problemas por resolver. Uno de ellos es que aunque la objeción de conciencia se basa en el derecho de cada individuo a obrar con libertad y autonomía en línea con sus convicciones éticas, muchas veces esta figura no es utilizada para lo que fue creada y se vuelve una regla antes que una excepción. Cuevas relata que no llegan a ser 20 médicos en toda la provincia quienes no son objetores y denuncia que muchas veces “tiene más que ver con una posición ideológica que con una cuestión de convicción moral”.
“En Argentina siempre hubo convivencia con el aborto clandestino. En los pueblos todos saben quién los hace. Antes era una partera o una curandera, pero ahora son mediques y muchos aunque son objetores en la parte pública, hace años cobran en la clandestinidad para hacerlo”, continúa la psicóloga.
A esto se le suma que los médicos, especialmente los ginecólogos, encarnan un lugar de saber verticalista donde los límites de lo íntimo son avasallados y llegan a aconsejar sobre si los pacientes pueden casarse, si su sexualidad es correcta o si serán o no buenas madres.
En este contexto, la juventud se encuentra muy presionada por los mandatos culturales, religiosos y familiares. Rocío es una estudiante universitaria que hace cinco años vino a estudiar a la Ciudad de Buenos Aires desde Campo Gallo, un pequeño pueblo a 242 kilómetros de la capital de Santiago del Estero. Cada vez que viaja a visitar a su familia, su madre le aconseja guardar el pañuelo verde en la cartera para evitar las miradas de desaprobación de lxs vecinxs que la vieron crecer.
“Cuando en 2018 se empezó a debatir la ley del aborto muchos colegios católicos en Santiago del Estero aprovecharon cada acto escolar para hacer marchar a los chicos con los pañuelos celestes”. Varios videos en internet muestran a les niñes desfilando dentro de las instituciones educativas, pidiendo “salvar las dos vidas”. Rocío recuerda que las iglesias endurecieron y politizaron sus discursos en muchas de las misas para evitar que estas ideas comenzaran a esparcirse entre los jóvenes.
El año pasado se dio un debate álgido dentro de los mismos espacios políticos que contaron con voces a favor y en contra del aborto independientemente de su tendencia política. Finalmente, al momento de votar la ley en 2020 fueron 13 los diputados de las provincias norteñas que votaron a favor de la misma, y 25 lo hicieron en contra y en la cámara alta solo 4 senadores posibilitaron la legalización, mientras que 10 dieron su negativa.
En el norte los pañuelos verdes no se encuentran tan fácilmente como en el centro porteño y aunque la militancia feminista en estas provincias se ve complejizada, no se detiene. Hay agrupaciones como “Católicas por el derecho a decidir en Argentina” que pisan fuerte en ese territorio y posibilitan la convivencia de ambos mundos que por momentos parecen antagónicos.
En Argetina se viene desarrollando un enorme avance en la lucha feminista. El trayecto recorrido parece más difícil en estas provincias y aunque es cuesta arriba, las mujeres e identidades con posibilidad de gestar siguen abriendo nuevos debates. Donde antes había temas tabúes, ahora dejaron de serlo para formar parte del debate público en la prensa local. Algunas situaciones que requerían la autorización del sector eclesiástico en las instituciones educativas, son resueltas por los mismos educadores y hay miles de militantes feministas que se organizan para garantizar los derechos sexuales y reproductivos en sus provincias.
Es por esto que mientras en el norte argentino se resuelven las tensiones y el Estado todavía no alcanza a dar respuestas a muchas de las demandas planteadas, hasta ahora fueron y siguen siendo lxs feministas quienes se encargan de protegerse entre ellxs.