A dos años del estallido social sucedido en Chile, Luciana Sáez analiza la muestra “Ojos para Chile”, una obra colectiva coordinada por Aranda Feres Ojeda y Liliana Ojeda con el objetivo de denunciar la brutalidad policial y construir memoria activa y popular.
...
Durante el estallido social sucedido en Chile el 18 de octubre de 2019, cientos de manifestantes fueron víctimas de la represión policial. Más de 500 personas sufrieron daño ocular porque los Carabineros apuntaban directamente a la cara.
Desde diciembre de ese mismo año, dos artistas chilenas comenzaron a realizar la obra colectiva “Ojos para Chile” convocando a creadorxs de todo el mundo a enviar ojos realizados con cualquier técnica que no superen los ocho centímetros de tamaño y puedan soportar la intemperie. Una red de mirada/ mantiene unido al mundo/ no lo deja caerse. Como los versos del poeta argentino Roberto Juarroz, esta experiencia opera sobre diferentes planos y teje relaciones entre arte, política y sociedad sobre las que se propone reflexionar.
Los ojos y la idea
Más de 300 ojos de cerámica, cartón, fieltro, arpillera, crin de caballo, balas, cobre, bronce, plata, yeso, cemento, macramé, bombas lacrimógenas, piedras, conchas, lana, tela, realizados por más de 200 creadores de todo el mundo fueron donados para visibilizar el horror que ha dejado la represión policial chilena. Las coordinadoras, Aranda Feres Ojeda y Liliana Ojeda, madre e hija, cuentan en las redes del proyecto que “todo inició desde la necesidad que la revuelta despertó de manifestarnos desde el lugar que habitamos (...) poder decir lo que pensamos desde lo que hacemos: lo que nos unía era la artesanía, la orfebrería, el arte”.
Sus nombres, al igual que el de los participantes de esta convocatoria, no son protagonistas, ya que una de sus búsquedas también es superar la concepción occidental y moderna de autoría y propiedad. “Queríamos recolectar piezas, llegar a un buen número y ponerlas todas juntas en un lienzo como acto de manifestación y reparación simbólica a las víctimas de trauma ocular ejercidos por los carabineros de Chile”, señalan e identifican la fuerza de esta obra en la unión de todas las piezas, en esa energía colectiva.
Liliana da luz sobre esta idea: “El foco no está puesto en los autores, el foco está puesto en las víctimas, esta es una obra que está dedicada a las víctimas de mutilaciones oculares, por esto no están publicados los nombres. No nos queremos transformar en una galería de orfebrería más, queremos darle el foco a la razón de ser de esta obra que es manifestar el repudio de la acción estatal sobre el pueblo”.
Sobre lo sagrado y las expresiones populares
¿Cómo se encuentran esos ojos con nuevas miradas? La primer forma de mostrar Ojos para Chile fue en el muro del Instagram del proyecto @ojoparachileconvocatoria. A través de las redes sociales se comenzó a tejer uno de los primeros sentidos de la obra: visibilizar la violencia represiva del estado chileno y devolver los ojos recolectados hasta el momento exponiéndolos en la vía pública. En el marco de un festival interdisciplinario realizado en febrero de este año en Santiago, se realizó la primer acción presencial para abrir los ojos de forma colectiva. Cada participante tomaba uno de los ojos y con un alfiler lo clavaba en un bastidor negro. Las coordinadoras explican que en este paseo “se activó la obra en la calle con transeúntes que se iban encontrando con este lienzo” y de forma intuitiva iban armando la composición total. “En la obra final no hay ninguna pieza que sobresalga más que otra, todas tienen la misma importancia”, destacan.
Inspirada en los exvotos de las iglesias Latinoamericanas y los altares de santos populares que se instalan en espacios públicos, la creación colectiva de este mural buscaba llenar el hueco negro que deja un ojo extirpado, con cientos de ojos que gritan con horror al vacío. El filósofo Mircea Eliade alerta sobre cómo el occidental se molesta ante formas de manifestación de los sagrado en cosas simples, cotidianas o hasta ordinarias. Claro que la cuestión reside en que no se venera a los objetos en sí, sino que se vuelven sagradas porque son hierofanías: muestran lo sagrado. Estos ojos superan la condición de objeto para volverse símbolo, y desde ahí, mostrar que los traumas físicos que dejó la violencia policial el pueblo puede volverlo bandera, y en vez de amedrentar lo empodera.
Derechos humanos, feminismo y reparación
En un marco de descontento social por medidas neoliberales que atentaban contra la vida de las personas, principalmente la suba del transporte público, en octubre de 2019 hubo un estallido social que comenzó en Santiago y se expandió en todo el país con diferentes manifestaciones populares que ponían en cuestión formas de gobierno elitistas y autoritarias de Sebastián Piñera. "Chile despertó" fue ejemplo de una ciudadanía que estaba recuperando el protagonismo político y social. La ensayista francochilena Nelly Richard, vislumbra que con este movimiento popular se abrió un tiempo energético, intensivo de deseos de futuro con el feminismo como el gran motor para conquistar más derechos. La respuesta del estado fue extrema, se violaron los derechos humanos y con ello la integridad de las personas. Un método que se vio de forma expansiva fue que los policías chilenos apuntaban directamente a la cara de los manifestantes provocando que estos queden con traumas oculares de forma permanente.
Como parte del "Ya basta" que dijo la sociedad chilena en su conjunto, colectivos han utilizado al arte como una herramienta de comunicación para tomar desde la acción el espacio público. "Un violador en tu camino", performance realizada por el colectivo feminista Las tesis de Valparaíso, se replicó en todo el mundo.
Cuenta Liliana Ojeda que “se formaron coordinadoras, colectivos, para visualizar y visibilizar todo lo que estaba pasando en Chile en ese momento y manifestarse”. Ojo Nítido, Orfebres en cadena, Borda sus ojos son algunos. Ojos para Chile “es un proyecto de arte más, estamos trabajando desde nuestro ámbito de acción”.
Es una de las muchas respuestas artísticas que han surgido para denunciar la brutalidad policial, ya en otro contexto mundial: la pandemia del Covid 19. El confinamiento por medidas sanitarias obligó que se busquen otras formas para conectarnos y con una intención de reparación y denuncia enfrentar esos procesos de forma colectiva. Las gestoras de Ojos para Chile enseñan que hay que “llevar nuestras luchas a todos los espacios que habitamos”.
La obra es símbolo, abre infinito y plenitud no por su condición objetual o incidencia real en la situación política o sanitaria de los damnificados, sino por su capacidad simbólica, que como poesía no encuentra más límites que los de la literalidad.
Arte, virtualidad y derechos humanos
La convocatoria fue virtual, pero los ojos se volvieron materia, concretando una legitimación con una institución que alberga arte, cultura e historia desde el sentido social: el Museo de la Memoria de Santiago de Chile. Liliana y Aranda cuentan que desde el próximo 19 de octubre podrá visitarse la exposición y seguir completando el lienzo colgando más ojos en él. Sobre la importancia de exponer en una institución como esta reflexionan: “Mucha más gente que a lo mejor no va a ir a la calle a protestar porque tiene miedo, a lo mejor sí va a entrar al Museo de la Memoria y tal vez ahí se va a encontrar con esta obra y va a poder empatizar con lo que ha pasado y ponerse un poquito en el lugar de una víctima con trauma oculares, de mutilación o de ceguera por parte de las manos del estado”. “Con esta obra queremos generar visibilidad, generar cuestionamientos y no olvidar, la calle sabe la verdad de los sucedido, pero no todos están en la calle, queremos llegar a estas personas que no saben la verdad o que no la quieren ver”, amplían.
De esta forma, las redes sociales, que funcionan como nuevos dispositivos disciplinadores del tiempo y el deseo de las personas, revelan su doble potencialidad para unir y mostrar. La tecnología en la contemporaneidad es una nueva herramienta de control de las sociedades y los individuos, continuando de forma exponencial la biopolítica del siglo XX basada en Vigilar y castigar. La complejidad de las estrategias que desarrollan los poderosos para poder construir y consolidar hegemonía demuestran cómo el poder se manifiesta de múltiples formas.
Ticio Escobar, teórico paraguayo, en su libro “El mito del arte y el mito del pueblo, cuestiones sobre arte popular” trae una frase de Lyotard un tanto desalentadora: “La obra de arte es siempre testigo de incumplimiento”. De esta manera, señala la diferencia entre el síntoma, como expresión directa del deseo y el arte, en que el deseo mantiene su disponibilidad pero se vincula de formas complejas, difíciles de descifrar. La función del arte, según Escobar, no es ofrecer un simulacro real de la realización del deseo, sino dejar abierto el campo conceptual que abre ese juego. En ese sentido, el arte se ve imposibilitado de colmar el vacío, pero puede habilitarlo como lugar de representaciones.
La propuesta de Ojos para Chile habilita un juego de espejos al representar en sí aquello que fue extirpado, no como escena testigo, sino como monstruo tenebroso devuelve los ojos que sin cuerpo más que el del luto, todo lo puede ver. La metáfora se crea desde lo concreto. A principios del siglo XX ya las vanguardias artísticas se habían propuesto destruir las barreras entre el arte y la vida y no se preocupaban si con esta operación la idea de arte perecía. En los años 60, de la mano del Pop art norteamericano la operación del sistema hegemónico fue apropiarse de los procesos liberadores del arte para contribuir a la idea de que todo podía volverse mercancía.
La investigadora argentina Ana Longoni cuenta que, a partir de allí, frente a un escenario convulsionado donde la política podía ser entendida como una forma de transformación para la sociedad y hubo artistas que volvieron a pensar sobre los objetivos del arte. En la contemporaneidad, el arte puede elegir un camino rebelde que no sólo cuestiona desde el contenido, sino desde su forma y sus prácticas.
Las Ojeda nos comparten que la obra las conectó con personas que han tenido diferentes experiencias con el estallido social. Ellas aclaran que si bien no han sufrido lesiones oculares, esto no les impidió ser víctimas sociales, por actuar y sentir el dolor de los demás, el dolor como pueblo. Liliana comparte su deseo sobre los alcances del proyecto: “Ojalá sirva para reparar aunque sea simbólicamente. Uno también puede hacer una colecta, ir a la calle a protestar, si fuera abogado también haría algo, pero resulta que soy orfebre.” Sobre la obra cuenta que “fue lo más natural" y simplemente desearía que sirva para crear un efecto en la sociedad, que quede ese memorial ahí y que mucha gente pueda conectar con el horror que ha ocurrido, no olvidarlo jamás.
El escritor Inglés John Berger en Modos de ver recuerda: “La vista llega antes que las palabras, el niño mira y ve antes de hablar”. Es la vista la que establece nuestro lugar en el mundo circundante. Gustavo Gatica, quien perdió la vista a manos de los carabineros, dijo: “Regalé mis ojos para que la gente despierte”. Ojos para Chile, teje una red de miradas para que una jauría de ojos hambrientos tomen la forma monstruosa de la pesadilla que los poderosos temen: el sueño del pueblo despierto que se alza para crear un mundo más justo.