Virginia Brindis de Salas nació en Montevideo en 1908 y dedicó sus 49 años de vida a la poesía, el periodismo y el activismo. Lo hizo desde el compromiso con la verdad histórica de reconocerse mujer negra en un período de pleno fervor para los movimientos afro del continente en la lucha antiracial y anticolonialista. Publicó los poemarios políticos “Pregón de marimorena” (1946) y “Cien cárceles de amor” (1949), el primero la convirtió en la primera mujer negra en publicar un libro en América Latina. Ambas obras actualmente son de dominio público y están disponibles en la web de autores.uy. En esta nueva edición de Trincheras de la Intimidad nos proponemos conocerla para repensar el racismo arraigado en la sociedad.
Formó parte del Círculo de Intelectuales, Artistas y Escritores Negros (CIAPEN) y fue cofundadora del Partido Autóctono Negro (PAN). Como periodista colaboró en la revista Nuestra raza, medio fundado en 1917 en la ciudad de San Carlos (Maldonado, Uruguay) que funcionó (con algunos periodos de inactividad) hasta 1948. En la revista trabajaban hombres y mujeres que además pertenecían a la clase obrera. Según cuenta la profesora de historia Marina Devoto, desde la escritura y la ilustración se denunciaba “la devastación económica, social y política producto de la crisis de 1929, el ascenso de los fascismos y el profundo el impacto que tuvo el inicio de la Segunda Guerra Mundial en Latinoamérica, cuyos pueblos padecieron el empobrecimiento, la imposición de regímenes autoritarios y el desarrollo de prácticas xenofóbicas”. Casi todos los números de Nuestra Raza se encuentran digitalizados en este link.
Los versos de su primer libro celebran la existencia de Marimorena, una vendedora de diarios, negra y analfabeta. Lejos de las ínfulas intelectuales, la poeta reivindica al pregón (canto mediante el cual se anuncian y venden artículos) como un saber y como parte esencial de la cadena productiva editorial: “Qué saben los “redactores” / cómo se vende un diario, políticos o “doctores” / después del abecedario”. Una reseña que hizo de su libro el crítico Alberto Britos Serrat en 1946 afirma: “De un ritmo acelerado, plenos de musicalidad, todos sus poemas tienen un encanto nuevo. De rebeldía, de justicia, de cantos, sones, formas de ciudad y selva, campo y fábrica, calle y café”. De acuerdo a un ensayo realizado sobre la autora por el editor uruguayo Alejandro Gortázar, la literatura de Virginia Brindis de Salas se enmarca dentro del género del realismo. A propósito, el escritor Julio Guadalupe cuenta que esta corriente es “una tarea revolucionaria” ya que presenta la realidad “sin alegorías, tal como la ven los ojos, tal como se siente, sin mistificaciones”. “La idea es carne en los versos de Virginia Brindis de Salas”, añade Guadalupe.
La vigente desvalorización de su figura, fundamentalmente en Uruguay, rompe el corazón. En 2008 la autora uruguaya Isabel Oronoz publicó el libro "Rompiendo silencios", una biografía que reconstruye la vida de Brindis de Salas y reedita su obra. Allí cuenta cómo su producción durante décadas fue atribuida a otro escritor, el ya mencionado Julio Guadalupe, y cómo esa injusticia fue revertida gracias a un trabajo periodístico proveniente de una universidad estadounidense en el año 2003. El misterio sobre la vida íntima de Virginia Brindis de Salas acompaña la lógica de la invisibilización y estigma que sufre su vida política y producción artística. El prestigioso músico cubano Claudio Brindis de Salas, considerado como “el mejor violinista de su época” y a quien Virginia homenajea en su literatura e identifica como su tío, posiblemente fuera su padre.
La cantautora uruguaya Patricia Robaina descubrió a Virginia al encontrarse con el libro de Oronoz. Motivada por la indignación y la emoción del hallazgo, en 2020 decidió musicalizar los versos de "Pregón" y así surgió el álbum "Marimorena" que presentó en octubre del año pasado en la Sala Hugo Balzo, una de las más importantes del país. La artista logró contactar a la hija de Virginia, Iris Unguet, a quien describió como "una mujer casi ciega, con todo el dolor de la historia de su madre entre sus manos".
La invisibilización es violencia
No hay ideología libre de racismo. Ni derecha, ni izquierda, ni "centro", ni anarquismo. Es una tragedia histórica que excede cualquier conceptualización. Es ese ímpetu colonialista y patriarcal que aún guiona la vida, aunque flasheamos libertad desde nuestros smartphones en la era de la posverdad. La discriminación, la xenofobia y el racismo son malformaciones del alma que quizás en pocas generaciones nos lleven a la destrucción total. Aunque tal vez estemos a tiempo de frenarla si se aplica de una vez y para siempre la perspectiva de derechos humanos en todos los sistemas de educación formal.
Hasta el presidente más progre y más piola puede mandarse una burrada imperdonable. La frase de Alberto Fernández fue un papelón, pero ¿a quién sorprende el ninguneo de los pueblos originarios y de la población afrodescendiente? Se sigue escuchando, por ejemplo, que en Argentina y en Chile “no hay negros”. ¿Será que el “fantasma” de la esclavitud horroriza al hombre blanco al punto de negar el pasado? La comunidad afro en ambos países hace 200 años iba del 20 al 60 por ciento. Personas explotadas, desposeídas de sus derechos, que por otra parte, con su mano de obra forjaron la estructura sobre la que hoy apoyamos el culo y opinamos.
El país más rico del mundo abolió la esclavitud en el siglo XIX, pero en 2020 todxs vimos cómo asesinaban por negro a George Floyd. La fuerza mundial del hashtag #blacklivesmatter, lejos de pintarnos un mundo de colores donde podemos luchar desde la comodidad de nuestros corazones virtuales, visibilizó la persistencia del racismo, aunque la ley estadounidense diga que a mitad del siglo XX se terminó la política de segregación racial. Este fue un logro humanitario conquistado gracias a la revolución de los movimientos afro, pero que no alcanzó ni cerca para erradicar la racialización de la violencia, que actualmente se encuentra recrudecida gracias a la crisis económica mundial y al control biopolítico que habilita esta era pandémica.
Es falso que haya más racismo en EEUU que en Latinoamérica. Brasil lidera el podio de la criminalización de la población afrodescendiente, así como el de tener uno de los sistemas policiales más letales del mundo. En ese país, bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, las muertes en manos de la policía pasaron de seis por día en 2014, a 18 por día en 2018. De acuerdo a un estudio del Foro Brasileño de Seguridad Pública publicado en 2019, 8 de cada 10 asesinados por la policía en Brasil son afrodescendientes. El racismo es una problemática transversal al sistema expandida por la distribución desigual de la riqueza. Porque si sos afrodescendiente en este mundo, además de la altas chances de ser criminalizado en comparación con la de una persona blanca, tenés tres veces más posibilidades de vivir bajo la línea de la pobreza.
La invisibilización de lxs referentes afrodescendientes también es una forma de violencia. En Uruguay son pocos quienes conocen a Virginia Brindis de Salas pero seguro a todes nos enseñaron, por ejemplo, la figura del General Fructuoso Rivera, más por sus hazañas supuestamente patrióticas que por su más destacada tarea: la de exterminar a nuestra población indígena. Rivera hoy es un departamento, decenas de calles y monumentos. Sin embargo, ninguno de estos reconocimientos tiene la primera mujer negra que publicó un libro en Latinoamérica, la que centró su obra en las memorias de esclavitud de sus ancestros y la que como periodista y autora luchó activamente dentro de la resistencia afro de la región.
Redes a pesar de las fronteras
Virginia era amiga y vecina de Juana de Ibarbourou, mantenía correspondencia con Gabriela Mistral y estaba vinculada con Evita. Dice Robaina que, según le contó la hija de la poeta, “en los viajes que realizó a Buenos Aires, tuvo contacto con Eva Perón, con quien hizo un vínculo que la llevó a formar parte de la radiodifusión Argentina, aunque no se conozcan registros de esto”. En el prólogo de “Cien cárceles de amor” se pueden leer dedicatorias que diversos autores y autoras le escribieron a Virginia a modo de agradecimiento. Entre estos fragmentos está el de la chilena Gabriela Mistral, quien recientemente había ganado el Premio Nobel de Literatura convirtiéndose en la primera mujer iberoamericana en recibir este galardón. Allí le escribe:
“Querida Virginia: (...) Siempre recuerdo nuestra amistad nacida en la Argentina, hermana en triunfos y en el dolor. Luego de darme una fiesta espiritual con su precioso y valioso Pregón de Marimorena, llegó hasta este rincón su segundo libro titulado “Cien cárceles de amor”.(...) Le auguro éxitos y sé que nada la hará cambiar de rutas: cante querida Virginia que Ud. es la única y la figura entre su raza del Uruguay. En Los Ángeles se conoce su poesía (...) Yo la he recomendado para unos artistas que viajan hacia esas playas, quizás Ud. pueda crear algo para el cine (...) Y le digo que Ud. vendrá un día en aras de su triunfo a Los Angeles (...) Quiera Dios que este libro sea la llave que abra el cofre de dicha a la única negra valiente y decidida que yo conozco en el Uruguay. Un abrazo grande como mi afecto. Gabriela”.
Ilustración de portada: Realización de HARTA