“El abrazo que no damos es el agujero
que dejamos en las infancias”.
Susy Shock
Para Susy Shock el abrazo es un arma muy poderosa. Es así porque el que recibió por parte de su madre y de su padre —ella portera de una escuela y él obrero textil— durante su infancia, la salvó. La timidez en sus primeros años la caracterizó, el folklore la hacía danzar y su refugio eran los libros. Recuerda a través de la memoria de sus xadres que, un día, Daniel —nombre que le adjudicaron al nacer— posaba en tacos con el deshabillé de su madre, y ellxs al verla, en cambio de juzgarla, cerraron la puerta y la dejaron reconocerse en su intimidad.
“A partir de eso me llevaron a un terapeuta. Él les dijo que el problema no era del niño, sino de los padres (...). Nadie es un hombre o una mujer acabada, sino una construcción, una diversidad”, explica Susy en conversación con Ana Cacopardo y sostiene que no existe un momento fundante, sino un proceso: “Pude hacer todo lo que quise en un hogar que lo habilitaba (...) lo que supieron hacer mis padres es tener intuición amorosa”. Y agradece al varón que la complementa, la llena y la protege, como ella protege a Daniel todo el tiempo.
Antes de empezar ese proceso propio ya era artista. Uno de sus recuerdos latentes es el de Susana, la directora del colegio donde trabajaba su mamá, una lesbiana orgullosa que gritaba: “¡soy torta!”. “Había algo de ella que era muy Graciela Borges jovencita, que me encantaba. Me alentó a que estudiara teatro. Y algo saqué de ahí para construir lo que soy”, dice Susy. Sus comienzos en el mundo del arte empezaron a los 14 años de la mano del teatro independiente. No sólo comenzó a construir personajes para interpretar, sino que, en paralelo, se construía a favor de ella misma. Un privilegio en el que se para para discutir el mundo, el sistema hegemónico que expulsa, denigra, violenta y mata.
Su presencia es imponente tanto arriba como abajo del escenario. Al subirse lo hace con un libro en la mano, con abanico y baguala; se mueve con mucha sensualidad, interpela al público, clava miradas y lo hace partícipe, lo invita a pensar, a corear, a aplaudir y a reír. “En Susy, cada detalle de su vestido, de su maquillaje, de sus flores, te recuerda a alguien que abraza y unx quiere abrazar…”, la describe el poeta Nacho Estepario.
¿Cuándo apareció Susy? Le preguntaron más de una vez, como si se tratara de algo que ocurre por arte de magia, de un día para otro. A lo que no se cansa de retrucar: “¿Qué pasa si podemos construirnos? Si podemos ser ese devenir constante, si podemos ir descubriendo hermosos hallazgos. El derecho de toda infancia es ir encontrándose”.
“Buena vida y poca vergüenza”, son las palabras que lleva en su piel, una de las tantas frases que le regaló su abuela Rosa, después de haberle preguntado: “Abuela, ¿cómo haces para estar tan bien?”. Se denomina artista trans y sudaca, lleva consigo el orgullo de ser y redobla la apuesta convirtiendo eso en un hecho político. Así le gusta que la lean y que los diálogos comiencen a partir de ese mundo. “Cuando me gritan ‘travaaaa’ yo les digo ‘héterooo’”, dice sin tapujos. Se apropia de la palabra, se la quita al enemigo y lo deja sin defensas.
Si bien su construcción es política no se reconoce bajo ningún partido, intenta cambiar el mundo a través de abrazos y poemas. “En todos los partidos ahora hay secretarías de diversidad, pero los partidos mismos responden a la lógica hegemónica. Veo putos, tortas y travas, pero no tortean ni travisten esos partidos, sino que se meten en su lógica. Pasa también en la izquierda. Me invitan a un acto y dicen ‘puto capital’. Entonces no entendieron nada. Está bien, hay putos y tortas que quieren empoderarse ahí, pero las lógicas de los partidos y de este mundo son patriarcales, binarias, machistas. Yo quiero construir otra cosa”, expresa.
En uno de sus poemas plantea: “Que otrxs sean lo normal” y reivindica su derecho a ser un monstruo: ni varón ni mujer, “pintora de su andar”, “mariposa ajena a la modernidad”. Si lo humano se trata de disciplinar a otrx, de señalar y encasillar, ella se aleja de eso, lo descree y asume a la monstruosidad como su espacio y su planeta.
En una entrevista con UniTV, Judith Butler, filósofa y feminista, hizo referencia a Susy Shock y a su poesía: “Si ven cómo se presenta, verán que es extraordinaria. Tiene una manera de decir ‘yo’. Casi cada oración comienza con un ‘yo’. Es un momento enunciativo dramático que permite esta forma particular de ser una persona, de ser un género, de ser una voz que toma forma en la audibilidad pública y en un lugar público. Y creo que Susy Shock juega un poco con el monstruo. ‘Si creen que soy un monstruo, seré uno’. Pero la monstruosidad está ahí entre nosotros y es una función de la norma. Nosotros no pensaríamos que es un monstruo ni tampoco nadie como ella, si no tuviéramos una idea tan estrecha de las normas de género. Y ella nos lo pone en frente a nuestros ojos de un modo performativo y político”.
Susy se conecta y se alía, contagia alegría, busca derechos y pelea ciudadanía. Es canción, es poesía y, sobre todo, es abrazo.