En un pueblo de 500 habitantes, en la localidad santafesina de Casas, está presente Verónica. Su mirada, tan intensa como su sonrisa, quedó grabada en las paredes de la casa que la vio crecer. Las calles hablan, y en algunos casos también gritan. Gritan contra las injusticias de un sistema judicial que deja impune las violencias, gritan contra el machismo que arrebata a compañeras, y sobre todo gritan por todas aquellas que como Verónica ya no pueden ser. El mural realizado a dos años de su despedida resulta ser real como la imagen que su madre tiene de ella en la cabeza, pero no tan real como su femicidio.
“Mi hija siempre está en mi corazón así que hice el mural en la pared de mi casa”, cuenta Graciela, madre de Verónica Soulé, en diálogo con este medio. “Desde el primer momento que la empezaron a dibujar, yo ya veía a mi hija”, comentó, un tanto emocionada por el recuerdo, otro tanto con nostalgia por el motivo. Y agregó: “En cada momento Vero está conmigo, y no me la puedo sacar de la cabeza porque no pude hacer nada por ella”.
Verónica, de 31 años, falleció el 23 de marzo del 2020 con el 88 por ciento de su cuerpo quemado, luego de estar internada seis días en el Hospital Provincial de Rosario. El imputado por este delito es Lisandro Cabral, su pareja de aquel entonces y padre de sus dos hijes, Benjamín y Candela, de 13 y 11 años. Por lo pronto, la causa se encuentra en la Fiscalía de San Jorge, la más cercana a la localidad de Casas. Tanto la organización de Mumalá como Atravesados por el Femicidio, hoy acompañan a Graciela y el reclamo de justicia por Vero.
Actualmente, la familia de la víctima lleva dos frentes de batalla judicial. Por un lado, exigen la condena de Cabral, luego de que el pasado 28 de mayo suspendieran el inicio del juicio, sin establecer una nueva instancia. Por el otro, reclaman a la Justicia que les otorgue la guarda de les hijes de la mujer, que desde lo ocurrido se encuentran en la casa de la familia del femicida.
La complicidad del poder judicial
En un principio, según relata Graciela, en el pueblo se quería tapar todo. “No me querían tomar la denuncia, recién lo hacen una semana después”, sostuvo y explicó que desde la comisaría le decían que se tranquilizara y que volviera después. Además, Cabral permaneció cuatro meses en libertad hasta que finalmente fue detenido en un asentamiento judicial, donde permanece hasta el día de hoy con todos los privilegios.
Dos años después del asesinato, el hombre todavía no fue trasladado a la cárcel, a pesar que la fiscalía afirma lo contrario. “Queremos que se haga el juicio para que realmente lo trasladen a donde corresponda, sin sus beneficios. Porque directamente a nosotros nos destruyó la vida”, afirma la madre que aún busca justicia por su hija.
Desde el día del crimen, Graciela no solo perdió a una de sus cinco hijas, sino que además la separaron de sus nietes, quienes se encuentran con la familia paterna, y esta le prohíbe verles. “No me puedo sacar de la cabeza que ella me decía que le querían sacar a los chicos y yo le contestaba que nadie podía hacerlo, y al final tuvo razón”, sostuvo la madre de Verónica. Frente a esto, la Justicia responde con indiferencia, ineptitud y más vulneración. La derivan de un lado al otro, en una eterna burocracia, sin solución alguna.
“El juez de San Jorge nos decía que vayamos a la revinculación que va a ser más rápido y más fácil, que no pidamos la tenencia”, sostuvo a Feminacida. Sin embargo, ella y su familia siguen insistiendo, como pueden, con pocos recursos pero con la urgencia de sanar un dolor. “La vida de mi hija no me la devuelven más, por eso pido que me devuelvan a mis nietos, que es un pedacito de ella”, agregó.
Memoria feminista
Según cuenta Graciela, Verónica vivía para sus hijes. Además, le encantaba aprender y progresar. “Curso que había, curso en que se anotaba”, comenta. Sin embargo, también recuerda que Cabral no la dejaba ejercer. “Ella trabajaba en un supermercado, y de a poco la fue apartando para que dependiera de él. Se hacía el celoso, no dejaba que tuviera amigos y la alejaba de su familia”, explica. “Ahora qué pasa esto, te das cuenta que se podría haber evitado”, agrega.
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La charla transcurre y los recuerdos emergen, algunos son flores que cobran vida, y otros son tormentos que todavía duelen en lo más profundo de su ser. “Ahora lloro pero puedo hablar”, explica Graciela en diálogo con Feminacida. “Tengo que gritar para que ella tenga la justicia que se merece”, agregó sin más vueltas. La tristeza se hizo enojo, y el enojo se vio obligado a convertirse en lucha.
“La memoria siempre tiene que estar, no se puede olvidar de ninguna manera”, destaca en el marco del 3 de junio, y cuenta que va a estar marchando por las calles de San Jorge con la organización Mumalá. “Salgan, griten y sean escuchadas. Todas juntas tenemos que hacer fuerza para que esto no suceda más porque hay chicas que nos necesitan”. Por Vero, por las que son, por las que fueron y por las que van a ser, Graciela también dice Ni Una Menos.