Son las mujeres de la generación del medio. Las hijas de las locas de la Plaza de Mayo y las madres de las pibas que luchan por el aborto legal, seguro y gratuito. Su premisa es la “desgeriatrización” para poder decidir sobre sus cuerpos. Buscan desnaturalizar las residencias y hogares para ancianos y se organizan para disputar la manera de habitar la ancianidad y las posibilidades de elegir cómo, dónde y con quienes quieren vivir. ¿Es posible transitar una vejez activa? ¿Cómo se disfruta una etapa de la vida tan demonizada y a la que la sociedad adolescentizada no quiere asemejarse? En esta crónica las integrantes del Movimiento Nacional de Viviendas Colaborativas son las protagonistas, y con potencia alzan la voz y exclaman: “¡Acá estamos las viejas, revolucionando nuestras realidades!”
Desgeriatrizar la tercera edad
El Movimiento Nacional de Viviendas Colaborativas comenzó a gestarse en la primera fase del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio a través de plataformas virtuales, el 16 de mayo del 2020. La propuesta de reunirse surgió en un grupo de Facebook que se creó a partir de reuniones de “La Revolución de las viejas”, una iniciativa de la diputada del Frente de Todos por la Ciudad, Gabriela Cerruti.
“Somos un grupo de mujeres con mucha juventud acumulada. Las que emprendimos este camino pertenecemos a distintas partes del país y por eso decidimos conformar un movimiento amplio. Creemos que es imprescindible que el Estado desarrolle políticas de desgeriatrización e inclusión para lxs adultxs mayores. Estamos decididas a formar parte de ese proceso activamente”, cuenta Julia Espinoza, integrante del movimiento desde la provincia de Santa Fe y una de las coordinadoras de prensa y redes sociales.
Desterraron de su vocabulario la palabra pasiva asociada a la vejez, la expectativa de vida es cada vez mayor, y les resulta imperioso aportar a esos años calidad de vida. “Tenemos derechos escritos en normas nacionales e internacionales: debemos acceder a la vivienda, a la salud, desarrollarnos culturalmente, y continuar con la mayor autonomía posible”, enumera y sostiene que son ellas las que mejor saben dónde, cómo y con quienes quieren vivir. La modalidad de vivienda colaborativa es la que más se adecua a sus intereses y necesidades. Están decididas a poner vida a su futuro y trabajan para alcanzar esos objetivos.
Las mujeres que integran el movimiento consideran que la vida debe ser vivida en comunidad, entre amigas y compañeras que se cuiden entre sí. Su objetivo es tejer esos lazos con mujeres de todo el país y con otras organizaciones que quieran contribuir con una vejez más digna como cooperativas o mutuales.
Gladys Avellaneda integrante del movimiento, se define como madre, militante trabajadora del Estado, artista y abuela. Se crió y vivió en una de las casas del primer plan quinquenal que otorgó la Fundación Eva Perón. La premisa estaba en que la gente viva bien y dignamente. “Nosotras deseamos continuar con la misma óptica popular que querían Evita y Perón”, explica y subraya emocionada: “Debemos rescatar la importancia de los espacios verdes. Nuestros chalets y monoblocks tienen ingreso de luz y aire, son agradables y cómodos. Se vive y se disfruta con placer y nosotras queremos mantener ese concepto”.
Una comunidad de viejxs
Nora Bruoli es psicóloga, en febrero cobró su primera jubilación y se dedicó a la docencia en todos los niveles. Vivía en Buenos Aires y decidió irse con su marido a pasar sus años de retiro laboral a San Rafael en la provincia de Mendoza. La idea de la vivienda colaborativa la venía rondando y ahora que sus hijos son grandes, militan y tienen su familia, pensó que juntarse para cohabitar con gente de la misma edad sería una gran oportunidad.
Lo que más cautivó a Nora fue el impulso de las compañeras y la energía que las viejas le ponen al proyecto. Organizan charlas, se forman en cooperativismo, mutualismo, legislación de vivienda, sistemas de construcción respetuosas del medio ambiente y derechos de lxs adultxs mayores. “Tenés hasta cierta edad para elegir cómo envejecer y, luego, empezás a depender de tus hijxs o de tu salud. Este deseo de convivir entre adultxs mayores tiene que ver con generar derechos para la tercera edad como el acceso a los servicios conjuntos, porque llega un momento en que no la podés pelear y te gana la circunstancia”, describe.
Argentina es uno de los Estados miembro que adhiere a la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, aprobada el 15 de junio de 2015 por la Organización de Estados Americanos (OEA). El acuerdo es considerado uno de los más holísticos respecto de los derechos de las personas adultas mayores. Sus principios se condicen con los del movimiento y destacan el derecho a una vivienda digna, al trabajo, a la salud y a un ambiente saludable.
“Las Viviendas Colaborativas no hacen referencia a un edificio o a una estructura sino a la vida en conjunto de las personas mayores que quieren transitar la vejez con independencia y autonomía en un marco de envejecimiento activo. La columna vertebral del proyecto es la formación de la comunidad. Un grupo capaz de apoyarse mutuamente y dar seguridad abordando colectivamente sus iniciativas vitales y resolviendo eficazmente sus conflictos”, detalla Claudia Nievas, arquitecta cordobesa e integrante del equipo de proyectos sociales y construcción del Movimiento.
En el acta declaratoria remarcan algunos ejes rectores como: establecer vínculo con adultxs mayores interesadxs en vivir juntxs respetando la privacidad, proponiendo el desarrollo de una vejez activa en casas con disposiciones accesibles e integradas a los centros urbanos y cercanos a comercios y a instituciones que garanticen el derecho a la salud, con espacios verdes compartidos donde se puedan desarrollar diferentes actividades comunitarias. Por otro lado, se le da mucha importancia a la forma en la que serán construidas, se propone articular con cooperativas de bioconstrucción que realicen viviendas sustentables con energías renovables.
Otra vejez es posible
El proyecto se encuentra en una etapa incipiente. Los diferentes grupos que lo integran están investigando y formándose en legislación. A su vez, conectan grupos de adultxs mayores en todo el país e indagan cómo se cederían las viviendas entre lxs sujetxs que conforman el colectivo.
La iniciativa de Vivienda Colaborativa tiene pequeñas experiencias en todo el mundo. Otra forma de transitar la vejez es posible y por eso su deseo las empuja a andar en un terreno desconocido. Con las herramientas que sus profesiones, los años y la colaboración que diferentes sectores les extienden se podrá llevar a la práctica. La sociedad se construye con justicia social y con los viejos y las viejas adentro.
“Sabemos que el contacto con pares sostiene, fortalece redes de apoyo a través de actividades compartidas y cuidados recíprocos y permite la construcción de una narrativa propia. Trabajamos a favor de este sueño que nos contiene y nos trasciende. Queremos que nos vean nuestrxs hijxs y nietxs y los habitantes de nuestro país y de diversas partes del mundo que quieran habitar la vejez con plenitud”, concluye Flavia Addad, otra integrante del colectivo.
Ilustración de portada: Lola Noguer
– Este artículo fue producido en el marco del Taller de Producción y Edición Feminista en Medios Digitales de Feminacida –